Más Allá de un Nombre: el Ensanche que cuenta su historia
Vitoria-Gasteiz ha vivido durante estos días un viaje diferente por sus calles y plazas. No se trataba solo de caminar, sino de escuchar, sentir y descubrir lo que se esconde tras los nombres grabados en las placas. Más Allá de un Nombre ha convertido el Ensanche de la ciudad en un escenario vivo, un espacio donde el arte y la historia se han dado la mano para recordarnos que, detrás de cada calle, existe una vida, una memoria y una identidad colectiva.
Este proyecto ha reunido a artistas de distintas disciplinas —clown, danza, narración oral, teatro y performance— para rendir homenaje a figuras y lugares emblemáticos de Vitoria-Gasteiz. Desde la mirada del explorador Manuel Iradier, pasando por la plástica de Fernando Amárica, el legado de Eduardo Dato, el alma de La Florida o el trazo urbano de Olaguíbel, cada pieza ha sido una invitación a ver la ciudad con nuevos ojos.
Más Allá de un Nombre demuestra que la cultura no solo habita en los teatros o en los museos. También puede brotar en una plaza, aparecer en una esquina o transformarse en un susurro entre árboles centenarios. En estos microteatros, el espacio público se ha llenado de voces, gestos y emociones, creando un diálogo cercano entre artistas y público.
La respuesta ciudadana ha sido extraordinaria: vecinos, visitantes, familias y curiosos se han acercado para dejarse sorprender. Han descubierto relatos que van más allá de las fechas y los datos históricos. Porque este proyecto no solo cuenta, sino que hace sentir. Con humor, con poesía, con imágenes cargadas de simbolismo, las artes escénicas han dado una nueva vida a las calles del Ensanche.
Cada pieza de este ciclo ha sido, además, una herramienta de pedagogía cultural. A través de historias vivas y formatos cercanos, el público ha podido conocer mejor a personajes históricos que dieron forma a la ciudad. Manuel Iradier no es ya solo una calle, sino un joven explorador vitoriano que se lanzó a descubrir África. Olaguíbel no es solo un apellido, sino el arquitecto que soñó con abrir la ciudad a la modernidad. La Plaza de Amárica, el Parque de La Florida o la Calle Eduardo Dato han dejado de ser solo nombres: ahora son relatos compartidos.
Vitoria-Gasteiz se ha convertido en protagonista de su propio cuento. Gracias a esta propuesta, las calles han sido escenario, los transeúntes espectadores y los recuerdos, materia viva de creación. El Ensanche ha vibrado con la danza, ha reído con el clown, ha escuchado historias mágicas narradas como si vinieran de otro tiempo.
Porque más allá de los nombres, hay vida. Hay memoria. Y hay historias que merecen ser contadas.
Este proyecto ha demostrado que el arte puede ser una herramienta poderosa para dinamizar el espacio público, fortalecer la identidad colectiva y crear encuentros inesperados entre las personas y su ciudad. La buena acogida del público no solo es un reflejo del trabajo de los artistas, sino también de un deseo colectivo: queremos ciudades que cuenten, que emocionen, que hablen de quienes fuimos y de lo que podemos ser.
(c) Arantza Cordero, texto y fotografía