Vitoria-Gasteiz suena a jazz: una semana de música, emoción y memoria
CONCIERTOS DE MENDIZORROTZA. Crónica de Beatriz Rey. Fotografias de “Txusmi” Sáez
TRIBUTO A CHARLES MINGUS EPITAPH POR LA CLASIJAZZ BIG BAND ORCHESTRA

Los conciertos del pabellón de Mendizorrotza inauguraron su edición número 48 en una ciudad ya plenamente imbuida del espíritu jazzístico tras tres intensas jornadas rebosantes de calidad en diferentes enclaves de la ciudad, como viene siendo habitual a lo largo de la historia de esta magnífica cita. No faltó en su presentación un sentidísimo minuto de silencio en homenaje al baloncestista Xabier Añúa, fallecido recientemente, cofundador del Festival junto con su hermano Iñaki Añúa y pionero en los programas de jazz en Radio Vitoria, allá por los años cincuenta del siglo veinte, en compañía de Luis Abaitua.
El Epitaph de Charles Mingus, una de las cumbres de la historia del jazz y de la música, es una obra atípica, experimental, sello del compositor. Para entender a la Clasijazz Big Band Orchestra homenajeando a Charles Mingus (uno de los más importantes contrabajistas, compositores yíderes de Big band del siglo XX), tal vez primero hay que conocer su obra, acaso, más monumental y complicada, en la que desafiaba las convenciones del jazz de su época. La partitura completa de Epitaph, escrita por Mingus como una especie de testamento musical (aunque nunca se interpretó completa en vida del compositor), tiene más de 4.000 compases y una duración total de alrededor de 2 horas. Clasijazz Big Band, una de las mejores bandas del panorama nacional y uno de los encuentros necesarios de este festival, la abordó magistralmente. La banda, compuesta por 33 músicos de primer nivel, provenientes de diferentes latitudes de nuestra geografía, enamoró a expectantes y escépticos, en una conquista progresiva de las gradas a lo largo de los temas interpretados. Se dio voz a las peculiaridades mingusianas bajo la dirección del director y saxofonista valenciano Ramón Cardo (quien dirigió majestuosamente a los 33 del escenario dando muestras de su profundo conocimiento del jazz contemporáneo y la tradición clásica moderna); amén de la calidad de unas secciones tradicionales (saxos, trompetas, trombones) e instrumentos menos habituales en el jazz, como tuba, clarinete bajo, contrafagot, percusión múltiple y hasta cuerdas en algunos arreglos.
La Clasijazz Big Band ya ha afrontado retos considerables a lo largo de su carrera montando repertorios de gran significación y dificultad como el Concierto Sacro de Ellington, los dedicados a Bill Hollman, Woody Herman, a Barry Harris, a las grandes voces, a la música de cine, al flamenco con Perico Sambeat, el del X Aniversario de la asociación con Eric Alexander, o Chico y Rita, sentido homenaje a Bebo Valdés, en muchos casos con solistas de talla universal.
Asistimos a un delicioso coqueteo de cuerdas y percusión, irreverente y provocador, bizarro y bello, que disparó la serotonina de los allí presentes, preguntándonos durante toda la gala qué sucedería en la próxima nota. La belleza de la rareza y de los sorpresivo se respiró tema a tema, invitando a zambullirse y redescubrir a este compositor único. Fue un baile sinfónico y envolvente en los solos de saxo, pura delicia la danza de trompetas y fagots, con una apertura y cierre de contrabajos que dejó un sabor de boca delicioso, de café para muy cafeteros, con una huella indeleble en nuestro imaginario musical.
Las piezas, con cambios constantes de métrica, exigían un alto virtuosismo tanto individual como colectivo que la Clasijazz supo dar en todo el concierto, incluyendo las secciones completamente abiertas a la improvisación libre que dejaron al público contra las cuerdas. Magistral ese tú a tú entre violonchelos o entre saxo y cuerdas. Disfrutamos con góspel, blues y swing hasta momentos caóticos de free jazz; nos emocionamos con el potencial artístico individual y colectivo de la orquesta; revivimos el espíritu libre y combativo del jazz moderno… No solo fue un concierto: fue una experiencia única y grandiosa, una especie de sinfonía jazzística con la intensidad de una ópera, el riesgo del free jazz y el poder emocional del blues.
JAZZMEDIA HORN
“…Llueve. Y si duele un poco, el dolor desaparecerá con ella”
Happy Livin’

La cantante, originaria de Texas, nacida en la primavera de 1991,es una de las voces más destacadas del jazz actual. Creció desde niña con la música, introduciéndose en el jazz con su mentor Roger Boykin y con prestigiosos premios en su haber, desde el Sarah Vaughan International Jazz Vocal Competition en 2013, pasando por tres nominaciones a los Grammys, sin olvidar el premio que la consagró, el Thelonious Monk International Jazz Competition en 2015. Nos concedió el privilegio de abrir la segunda velada, llenando el escenario de frescura y pura alegría. Con una cadencia perfecta y envolvente, quizá excesiva en alardes y scat a veces estridentes, pecando de opacar a sus músicos y de monopolizar el recital con reflexiones interesantes, pero acaso más propicias en otro contexto.
Jazzmeia se mueve por el escenario como si fuese su salón familiar, expresando cómo siente que la música, el amor y la felicidad son una asociación de elementos únicos, hermanados e indisolubles. La música es la impronta que dejamos en nuestro paso por la vida, dotándola de sentido en un legado eterno. Su dulcísima y potente voz, a través de sus canciones y su discurso, trató de comulgar con un público poco receptivo a su pasión. Quedémonos con esa fuerza arrolladora y técnica perfectas, con la que ejecutó un repertorio que combinaba tradición con modernidad, góspel con jazz, con letras propias que aúnan armónicamente poesía y denuncia social, hablan de la belleza de la libertad que solo otorgan la justicia y la igualdad social, desde la equidad de las oportunidades. Comulga con la naturaleza con un manifiesto musical entonado con tanta belleza como su contenido, dotado con las alas con las que sólo la música puede bendecirte.
JOSÉ JAMES

El vocalista, nacido en Minneapolis en el invierno de 1978, homenajea esta fecha en su último trabajo. Descrito como un cantante de jazz para la generación hip-hop, ha logrado crear un estilo propio bajo sus múltiples influencias de las últimas décadas del siglo XX.
Derrochó estilo y personalidad en su puesta en escena. Fusiona el estilo ya mencionado con jazz, soul y spoken word. Conectó con un público sorprendido por su desenvoltura, fluidez y complicidad con saxo, batería y teclados, haciendo de su último trabajo, 1978, un homenaje a una fecha de plena efervescencia cultural y ruptura de cánones.
El teclado de BIGYOUKI cobró casi vida en el delicado paseo por sus notas, en perfecta confabulación con la percusión de Dom Gerva, en una representación magistral, acompañados de Ebban Dorsey dominando el saxo e Yves Fernandez algo opacado al bajo. Despertaron a un público que comulgó de inmediato con sus ritmos y su cercanía, entusiasmado cuando bajó a bailar junto al mismo e integrarlo de lleno en ese ambiente disco, logrando hacerlo partícipe. Mezcló groove bailables con letras pegadizas y audaces reinterpretaciones de clásicos de una década añorada por muchos y no exenta, a pesar de la aparente frivolidad, de compromiso social.
AL DI MEOLA
Over the Rainbow

Albert Laurence, “Al” Di Meola, nació en el verano de 1954 en Nueva Jersey. Su estilo es una poderosa fusión de jazz, rock, flamenco, tango, música árabe y sudamericana. Reconocido con múltiples premios, cuatro discos de oro y dos de platino. Queda para la historia el concierto mano a mano con Paco de Lucía y Jhon McLaughlin, Friday Night in San Francisco (1981), calificado como uno de los conciertos acústicos más influyentes jamás realizados, con más de siete millones de copias perdidas.
De un virtuosismo indiscutible y ejecución perfecta, armonizó a la perfección con los acordes de guitarra, en una logradísima inmersión noche de verano con ecos de laúd andalusí, que parecía brotar de las cuerdas de las guitarras. La fusión estuvo perfectamente dirigida y acompañada por una vigorosa percusión, desbordando talento y transportándonos a una consagración de la naturaleza y las artes, en un torrente sonoro que conducía a parajes idílicos, con la música como guía en un más que logrado vuelo dejoie de vivre.
KENNY BARRON TRIO

Trío liderado por el pianista Kenny Barron, acompañado por el bajista Kiyoshi Kitagawa y el baterista Jonathan Blake, tocando juntos desde hace más de una década, lo que genera en el escenario una complicidad musical que se traduce en una cohesión y comunicación impecables. La química grupal y el virtuosismo son indiscutibles, conectando tradición y excelencia, en una interpretación transparente y perfectamente ejecutada, libre de alardes y estridencias innecesarias, elegantísima y limpia. Los acordes fluían como una onda infinita de cadencia en una actuación coral discreta en su ingenio y maestra en la técnica. Quizá se echó de menos una mayor conexión con el público, con quien a duras penas se interactuó, dificultando una comunión emocional.
DORA MORELENBAUM

El guiño a la samba y la bossa nova de esta deliciosa última noche se abrió con la joven cantante, compositora y chelista nacida en Río de Janeiro. Es una figura destacada dentro de una nueva generación de músicos que está revitalizando la música popular brasileña (MPB), con un enfoque contemporáneo y sofisticado.
Dora combina tradición y modernidad con una gran sensibilidad. Su voz, suave, melódica y precisa, nos acunó en baladas introspectivas y armonías complejas, con letras que traspasan poesía, lirismo y melancolía. Dulce y envolvente, delicadamente acompañada por las guitarras de Guilherme Lirio, el bajo de Guto Wirti y la batería de Daniel Conceiçao, crearon una danza coral irresistible y fresca, natural y acogedora, que convenció a los presentes.
YAMANDU COSTA

El legendario guitarrista, considerado uno de los más virtuosos del mundo, mezcla la música tradicional del cono sur, el tango, la milonga y el jazz más clásico.
Emocionó desde los primeros acordes, magistral en su ejecución, en un sentido homenaje a la tradición y a sus influencias, a las que evocó a lo largo del recital con una sentida emoción, como Michel Legrand. Humilde y acogedor, introdujo cada tema interpretado con agradecimiento, haciéndonos casi partícipes del escenario. Su técnica, compleja, no carente de improvisación y fusión, honra a la tradición brasileña con una enorme riqueza armónica y emocional.
TOQUINHO&CAMELIA FAUSTINO

Toquinho, figura legendaria de la música brasileña, conocido por su trabajo junto a Vinicius de Moraes, a quien tuvo muy presente durante toda la velada, junto con quien compuso canciones icónicas como Aquarela y Tarde en Itapoa.
Su estilo suave y melódico está muy ligado a la bossa nova y a la poesía musical. Nos enamoró su calidez y cercanía. Nuestro poeta a pesar de todo, nos regaló una magnífica lección de bossa nova, sellada por la voz de Camelia Faustino, que demostró no solo dominar la técnica vocal, sino todo el escenario, seduciendo a músicos y público con su delicadeza y brillantez, en un broche de oro a una noche y un festival memorables por su calidad y maestría y dejándonos, como en cada edición, con la curiosidad de si es posible superarse.
CONCIERTOS EN EL PALACIO DE CONGRESOS EUROPA, AUDITORIO MARÍA DE MAEZTU. Crónica y fotografías de Jorge Girbau Bustos
PURO JAZZ
Cuando se habla de jazz, se habla también de los errores milagrosos: esos errores que, en un salto al vacío, pasan de la intuición a la improvisación. El jazz es comparable al dripping de Jackson Pollock, un arte que busca palabras en su diálogo con la expresión. Los músicos de este estilo han mamado la música desde la teta de su madre, yendo un poco más allá en las esperanzas de cambiar el mundo. Pero para entender mejor esta forma de sentir, uno debe bautizarse en ritmos que pueden herir, para sacar del alma todo aquello que no sabíamos, todo lo que es prohibido, incluso para nosotros mismos.
Esta semana he pensado solo en jazz. Me he disfrazado de nota musical perdida para acercarme a aquellas partituras que tienen que morir para convertirse en magia. ¿Qué tiene el jazz de extraordinario? Aquí, en mi ciudad, Vitoria–Gasteiz, desde hace 48 años, la gente anhela la llegada de una de las citas más esperadas del verano: el Festival Internacional de Jazz de Vitoria–Gasteiz, donde hasta los edificios parecen pensar como artistas.
En el Palacio de Congresos Europa se han celebrado seis conciertos, uno por día, para adentrarnos en las líricas jazzísticas que este espacio nos regala, haciendo crecer nuestro sentimiento dentro de este diálogo.
14 de Julio. Move (Vitoria).

La sensibilidad que define su concierto es: Vivencias dentro de la música donde se adentra en la espiritualidad y los movimientos que les da su alma. Este grupo vitoriano reconoce el jazz pero también se reconoce en los instrumentos que los acompaña.
15 de Julio. Alvaro Torres Trio (Madrid).

El joven pianista Álvaro Torres nos mostró otra cara del piano dándonos a entender que puede haber una cercanía para darnos cuenta que su piano tiene más vida que la propia vida creando sensaciones que van más allá de lo que está por descubrir.
16 de Julio. Sumrrá 25 (Galicia).

Este grupo gallego se va descubriendo a si mismo en un viaje por sus vivencias y sus pensamientos, son honestos con su jazz moderno, sus títulos de canciones y sus más de veinte años de trayectoria haciendo una ruta por un simbolismo musical fácil de entender y de vivir.
17 de Julio. Juan Sáiz (Santander).

Juan Sainz viaja con sus instrumentos de viento a un lugar donde el vacío experimental es un preludio de su arte en todas sus facetas, el músico vive en un jazz maduro que es carne de una realidad musical con melodías inquietantes y tranquilas a la vez.
18 de Julio. Sarah Hanahan Quarter (Nueva York).

Esta Artista utiliza la trompeta como una de las extremidades de su cuerpo, pero su música va más allá dentro de sonidos extraños pero a la vez interesantes, quiere alcanzar ese lugar que no está permitido para los vivos dialogando con el más allá y el más acá.
19 de Julio. Milena Casado (Lanaja. Huesca).

Milena Casado con su arte está buscando sin descanso una revolución musical y personal que agite a las personas bonitas, como dice ella. Pero, va más allá. Se dirige a unas tierras sin explorar musicalmente donde la soledad, tan necesaria para el músico, y la esperanza en el ser humano, se dan la mano.
Después de deleitarme con estas dulzuras de conciertos he aprendido que los instintos son libres para comprender o sentir lo que nos ofrece la vida musical para nuestro día a día.
EXPOSICIÓN EJAZZ. THE TAP. Crónica y fotografías de “Txusmi” Sáez
FOTOGRAFÍAS QUE PUNTEAN EL COMPÁS DE UN SWING FEMENINO
Antonio Torres y Pepe Mateos nos recibieron en la cafetería The Tap, en la calle Manuel Iradier, para presentarnos y explicarnos la exposición itinerante de retratos jazzísticos EJAZZ que ambos, perdigueros de instantes capturados y miembros de la Asociación Sevillana de Jazz, trajeron a nuestra capital y expusieron en el citado local durante este (gran) Festival de Jazz de Vitoria en su edición de 2025.

Con un marcado acento sevillano, y una simpatía andaluza propia de la tierra, estos dos hijos de la Giralda y de Jerez de la Frontera respectivamente, nos aclararon que llevan toda su vida robándole segundos al reloj de la vida para dedicarlo a la fotografía por pura afición y ahora, una vez jubilados, han detenido ese minutero por devoción y por pasión; algo que se nota en cuanto comienzan a hablar de sus trabajos, vistos desde el prisma emocional y carismático propio de una réflex curtida en mil batallas.


Fila inferior: Kandace Springs, Milena Delgado, Ylian Cañizares, Hitomi
Antonio, médico de profesión y fotógrafo de nacimiento, nos indica con ese orgullo propio de quien se siente satisfecho de su trabajo, que organizó junto a su compañero los cinco primeros festivales de Jazz en Sevilla allá por 1980, colocando a la Ciudad de las luces en el punto de mira de saxos y contrabajos. Pero aclara, ante todo, que el leitmotiv de la muestra es la foto ganadora del Jazz World Photo del año pasado, lograda en Mendizorrotza en la edición 47 del Festival de Vitoria, con Ylian Cañizares y Childo Tomas en plena actuación, aunque dicha imagen sea la excusa perfecta para mostrarnos la otra exposición: la importante, la de fondo y forma, la de instantes y retratos, la de mujeres no solo cantantes sino líderes de su propio proyecto, de su propia banda, en fin, de su propia vida. Iconografías jazzísticas arrebatadas de los escenarios de todo el país, como representaciones pictóricas de divas del compás, con la notoriedad y la relevancia de ser la líder de su grupo.

tomada en el festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz en Mendizorrotza en 2024
Pepe Mateos toma el relevo en la charla y aclara que la exhibición surgió inicialmente (como todas las grandes y buenas ideas) para un fin altruista, con el objetivo de recaudar fondos para la ONG Acción Solidaria Ya! con la que ellos colaboran y que después, visto el éxito, la han ido mostrando por las diferentes sedes del Jazz en nuestro país. El de Jerez también nos recuerda las dificultades de trabajar la fotografía de jazz, un subgénero en sí misma, con connotaciones muy específicas y dificultades muy precisas: mala luz, mal sitio, poco tiempo, poco espacio y, acaso, lo más angustioso de todo: tener que elegir una sola foto de entre las cien instantáneas disparadas en la misma actuación.

Ambos autores, ante la atenta mirada de Íñigo Zárate, el director del Festival de Vitoria, agradecen la importancia que algunos festivales como el vitoriano prestan a la fotografía del jazz; y aprovechan para recordar a los primeros maestros de la cámara fotográfica que sacaron a los artistas de la comodidad del estudio para retratarlos en plena actuación, con ese ambiente genuino en blanco y negro que recrea, más que una atmósfera, una simbiosis entre música e imagen; entre sonido y obturador; entre cadencia y profundidad de campo…
Antes de despedir el encuentro, Torres nos confiesa una anécdota: dentro de la exposición que estamos disfrutando, dos de las mejores instantáneas son robadas, una a Samara Joy y otra a Jazzmeia Horn. Y el atraco se perpetró desde la impunidad de un patio de butacas; en un teatro donde solo el fotógrafo oficial podía actuar, estando todos los demás prohibidos. Pero sí al campo no se le puede poner puertas puesto que no tiene límites, a la imaginación de un fotógrafo tampoco por la misma razón, y una máquina apropiada camuflada sobre las rodillas, bajo la simpleza de una simple chaqueta, atrapó esas auras de diva para la posteridad.

Si no existiera la fotografía en los conciertos —terminan reflexionado ambos— se perdería parte de la esencia misma del jazz. Y eso es así porque la información visual es tan importante como la sonora y ambas conforman una simbiosis de la que no es posible escapar ni sobrevivir en solitario.
(c) CulturaBAI en el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz