sábado, octubre 25, 2025
Ecología

Y entonces, ¿para qué reciclo?

Eso es lo primero que pensé al enterarme de que el MITECO (el ministerio español que se ocupa de la protección del medio ambiente, la transición energética y la lucha contra el cambio climático, además de temas demográficos), reconoció que en el 2023 sólo se recicló el 41,3 % de las botellas de plástico de bebidas. Aunque Ecoembes (entidad que gestiona el contenedor amarillo) asegurara que el 73,4 % de esas botellas sí se reciclaron.

Confieso que me llevó años aprenderme los colores de los contenedores, y distinguir en qué color iba cada material. Bueno, quizás esté exagerando y no me llevara años, pero si bastante tiempo. De hecho, al principio eran mis hijos quienes me recriminaban no hacerlo. Y es que me agobiaba tener que dedicar un lugar en mi cocina para cada tipo de residuo. Porque los contenedores que venden son muy monos, pero pequeños y demasiado caros. Con el tiempo seguí ejemplos encontrados en Pinterest, mucho más prácticos o económicos, y me las ingenié para encontrarles un lugar en mi pequeño balconcito.

No obstante, hizo falta un esfuerzo considerable para adaptarme. Cartones, por un lado. Plásticos por otro. Cristal. Residuos biodegradables. Residuos que no van ni a uno ni a otro contenedor. Y aunque peque de melodramática, sacrifiqué el reducido espacio de mi balcón en favor de un planeta más limpio para los que vendrán. Todo iba bien, incluso me convertí en una acosadora moral de mis hijos cuando no cumplían con las normas de reciclaje. Hasta que descubrí la cruda realidad.

Greenpeace lo tiene muy claro, sólo se recupera el 25.4% de los envases de plástico. Los que miden menos de 10 cm o los que contienen PVC no se recuperan. El 80% de las basuras de los hogares se recogen mezcladas. Incluso no se puede recuperar todo el material de un brik. Es decir, que es imposible reciclar el 100% del plástico. Lo que nos lleva a la conclusión de que, aunque depositemos adecuadamente los plásticos en el contenedor amarillo, sólo una pequeña parte de él es verdaderamente reciclable.

Entre un 25% y un 30% de lo que tiramos a dicho contenedor no son envases aptos para el reciclaje, lo que incrementa la dificultad y calidad del reciclado. Es decir, que por mucho que te esfuerces en separar cualquier elemento de plástico para depositar en el contenedor amarillo, como botes de yogur, o briks, o plásticos con etiquetas adhesivas, botellas de detergente, papel film, o tuberías o cables, no todos ellos se pueden recuperar, especialmente los tres últimos.

Y dices, bien, pero ¿por qué no se puede reciclar? Resulta que los sistemas mecánicos de cribado de las plantas no pueden recuperar esos elementos, dado su pequeño tamaño. Si llevan residuos de alimentos o etiquetas con ciertos adhesivos, también lo dificulta. Y hay ciertos plásticos que directamente no son reciclables. Por ejemplo, las botellas de PET verdes y las botellas de PET transparentes. A parte de que puede ser hasta no rentable económicamente su reciclaje; y en ciertos lugares no disponen de la maquinaria eficiente para su realización.

O sea, da lo mismo que laves, separes, o aplastes. Al final, por muy buena voluntad que pongas en la tarea, mucho de ese plástico acaba en vertederos o incineradoras. ¡Qué desilusión! Entonces… ¿qué sentido tiene, excepto el moral, molestarme en realizar todo el ritual de reciclaje?

Sin duda, seguiré reciclando, aunque sea bajo el paraguas de la decepción. No obstante, está claro que aún hay mucho por hacer. Mejorar los sistemas de reciclaje, invertir en mejores tecnologías, promover plásticos que sean biodegradables o que sean aptos para dicho reciclaje (si bien el plástico sólo se podrá reciclar 2 veces antes de ser depositado en un vertedero pues disminuye de calidad), pueden ser los caminos a seguir. También existe el subreciclado, que es, por ejemplo, transformar botellas de PET en poliéster para hacer prendas de vestir. Aunque, personalmente, y como comenté en un artículo anterior, no es mi solución favorita.

Por no hablar de que Occidente se libra de gran parte del plástico enviándolo a otros países como China (aunque China ya no acepta plásticos que no estén bien clasificados y limpios desde el 2018) y la India o Indonesia, sin importar cuánto o cómo se recicla dicho plástico. Y el que queda en Europa se quema para obtener energía, con la consecuente contaminación que produce.

Quizás lo más indicado sería reducir el consumo de productos de plástico, sea cual sea su origen o calidad. Por qué reciclar y no reutilizar, como sugiere Greenpeace. O cambiar el modo de compra envasado por el a granel.

El plástico no va a desaparecer tan fácilmente, no por ahora. Pero sumarse al Zero Waste, y modificar nuestro estilo de vida sustituyendo objetos o útiles que comúnmente eran de plástico por otros materiales como fibras vegetales, madera o cristal, podría ser nuestra mejor contribución a un planeta, a su flora y su fauna, que nos hemos encargado de destruir por el progreso y la comodidad.

Al fin y al cabo, sólo lo sufrirán los hijos de nuestros hijos…

(c) Luna Henxe, texto e imágenes

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