Cuando la fotografía se enamoró de la escena y “Quedó prohibido el suicidio en primavera”
Teatracho y A2 Fotógrafos han propuesto una fusión artística singular, que bucea en el universo emocional de la obra de Alejandro Casona. Podremos disfrutar de la belleza conmovedora de los retratos realizados por alumnos de este estudio dentro del espacio expositivo del centro cívico Arriaga, en Vitoria-Gasteiz, hasta el próximo 30 de noviembre.
Desde CulturaBAI, creamos la oportunidad de indagar en las raíces de este proyecto de análisis del proceso interpretativo y solicitamos las impresiones de sus protagonistas.
Arantza Casaul, profesora de los autores de esta muestra y artífice de A2 Fotógrafos, conoció a Judit Aldeguer, actriz de la compañía Teatracho, en un curso de retrato. Lo que comenzó como relación de instructora-aprendiz, siguió como una profunda amistad y desembocó en esta experiencia inspiradora. Las clases requerían de modelos y qué mejor que captar la esencia de los personajes en el proceso de su gestación escénica.
Arantza y Judit confiaron en esta idea y, no sin vértigo, empujadas por la pasión que las caracteriza, profundamente vocacional, dieron un salto al vacío, invitando a fotógrafos y actores en el desafío de interactuar entre sí, en un ensayo visual sobre la vida, el dolor y el renacimiento que la primavera simboliza para Casona. Arantza destaca la implicación de los participantes, que no dudaron en invertir su tiempo desinteresadamente en cada sesión fotográfica, facilitando así el proceso.
Pregunto a Casaul qué impacto social esperan generar con esta iniciativa y responde sin titubear que ninguno, pero cita que el ejemplo de nuestros actos es lo que más puede enseñar a otros, tanto en las artes como en la vida. Insiste en la empatía, lo que supone exponerse, hacer clic… incidiendo en los miedos a uno y otro lado de la cámara. Ayudarles a vencer esas aprensiones y mostrarles el camino de la magia, sentirlos disfrutar y superarse, es su mejor regalía. En pocos minutos, ambas partes conectan, buscan cómo potenciar la naturaleza del otro, los matices que los desmarcan del resto, hasta encontrar la belleza precisa que traspasará la imagen, con objetivos emocionales o puramente estéticos. El proceso les hace perder la noción de un tiempo por definición limitado. En palabras de la artista (quien en esta ocasión ha permanecido entre bambalinas, apoyando en la ejecución), colaboración y crecimiento van de la mano, recorriendo un camino en el que ver al otro desde el alma es un acto de amor maravilloso.
La exposición trasciende de la mera documentación, los modelos posan caracterizados, respondiendo como lo harían sus protagonistas. Sus miradas se fusionan con las de los fotógrafos, generando una luz personalísima, profunda y auténtica, planteando un diálogo directo con la obra en sí. El cruce de lenguajes enfoca caminos de colaboraciones abiertas e interdisciplinarias, situando el ensayo fotográfico como complemento poético al drama teatral, sumergiendo al espectador en las emociones de la interpretación de la recuperación de la luz como antídoto y complemento de la sombra, inexplicables la una sin la otra.
En la exposición se pueden apreciar las fotografías de Diego Gómez, Valentín Molinos, Julio César Sánchez, Laura Moreno, Antonio Sáenz, Iratxe Etayo, Saioa Jiménez y Roberto López.
Judit Aldeguer, actriz de Teatracho, junto con el resto del elenco, afrontó la delicadeza de la trama de la obra con respeto y empatía, sin prescindir del humor, tan necesario para relativizar y enfocar el dolor desde la esperanza. Los juegos de luz y color ilustran las emociones de la narrativa, acompañando al abanico de sentimientos desplegado durante la representación, desde la alegría y la pasión hasta la tristeza más absoluta y la desesperanza, nos explica nuestra protagonista, que interpreta el papel de Sole.
Como representante del teatro amateur, incide en la importancia de la disciplina y de adaptación a los medios disponibles: mobiliario básico e implicación total en los ensayos semanales. Su línea como grupo es la elección de temas con un trasfondo vital, que hablan de la vida, la muerte y los deseos, siempre desde un enfoque optimista.
La música en directo es una de sus señas de identidad. Considera que aporta un extra de intensidad, acompañando en su vulnerabilidad a los personajes y dando forma a las escenas.
De la mano de Andoni Quintana, Rebeca Martínez, Santiago Basterretxea, Edurne Uriarte, Cristina Arnáez, Toussaint Deguenon, Alberto Abaitua, Usune Revilla y Teona Kurtanidze, lograron emocionar a un teatro rebosante, en una tarde inolvidable. Algunos de ellos nos han transmitido sus impresiones sobre este proyecto, fruto de casi dos años de intenso trabajo.
Otros, como Toussaint Deguenon, en el papel de Juan, considera que el mayor reto de interpretación en su opinión, es afrontar un clásico, con expresiones en desuso y cómo captar al público haciendo que el mensaje sea comprendido, más si cabe con una temática tan tabú como es el suicidio y tan necesaria de tratar. Andoni Quintana destaca el papel de nuestra ciudad como referente en la atención a la salud mental. Piensa que es una suerte y una responsabilidad tratar este tema desde una perspectiva artística, con un poder especial para visibilizarlo y fomentar el pensamiento crítico.
Toussaint construyó a su personaje desde las fotografías, en las que intentaba transmitir la fragilidad de éste, lo que le ayudó enormemente a comprenderlo mejor. Guiado por los fotógrafos, que ejercieron de directores, comprendió la importancia de expresar sin palabras, a través del vestuario y la gestualidad.
En su cultura, la vida y la muerte van de la mano, de una manera natural, por lo que emocionalmente no le supuso un gran esfuerzo. Incide en el que el suicidio no es algo ajeno para nadie, en la importancia de hablarlo abiertamente, apoyándose en el amor y la amistad para enfocar la luz.
El reto de Andoni fue salir de su zona de confort, hacer un ejercicio de introspección y escucharse, sentir ese huracán emocional por el que se pasa cuando la vida se complica, logrando así una interpretación más real.
Rebeca Martínez explica que el proyecto les ha ayudado a sacar lo mejor de sus personajes, a comprender su personalidad y cuáles eran los valores a potenciar en el escenario, aportando un punto de vista que no hubiesen encontrado sin la fotografía. Valora su papel como un punto de inflexión para la búsqueda de nuevas perspectivas, para aprender a relativizar y a encontar el cambio de la única manera posible, desde uno mismo.
Los tres actores insisten en que han intentado llegar al público a través del humor, pero con miedo a que no fuese lo suficientemente emocional. Ha sido todo un reto lograr el equilibrio perfecto para desdramatizar sin frivolizar, sin desconectar de una realidad latente.

Esta fotografía muestra el trabajo de Iratxe Etayo, un retrato de Toussaint Deguenon, Juan en la obra. La autora siente la primavera en el tacto, los aromas, sonidos y sabores de lo cotidiano. Ama la luz de nuestra ciudad en los días nublados, la melancolía de esperanza que evoca la almendra medieval, busca la mirada de sus paseantes y los sentimientos de quienes la habitan, en comunión con los suyos propios.
En sus capturas se abrazan la ilusión y el reto de atrapar el instante, el momento preciso en el que la vida late, yendo más allá de la técnica. La posibilidad de que lo transitorio de la escena se resguardase en la imagen la sedujo de inmediato. Siente la fotografía como refugio de la memoria, como un tejido de recuerdos a los que volvemos en busca de aquello que le da sentido a nuestro recorrido.

Antonio Sáenz refleja en sus retratos la belleza de la supervivencia, imágenes con alma que han cobrado vida sobre el escenario, como la de Cristina Arnáez, en su papel como Dra. Roda. Aficionado a la fotografía, apasionado de la misma tras su paso por el taller de Arantxa, ama la Naturaleza en cada una de sus estaciones. Cazador de luz y potenciador del color, el proyecto le ha hecho reflexionar sobre el amor y la amistad, como garantes de la apuesta por la vida.

Roberto López se define como cazador de sombras, se siente cómodo entre los destellos de luz, en la proyección de éstas, los reflejos sobre fondos oscuros, como refleja esta imagen de Judit Aldeguer, en el papel de Sole. Transmite que la fotografía es una herramienta que puede interpretar la acción en sí misma, siente con su cámara la misma alegría intensa que los actores dentro de su personaje; fotógrafos y actores utilizan la imagen como voz de sensaciones, con todos sus matices, proyectando la vida desde el arte, desde lo más profundo de nuestras vivencias. El discurso del fotógrafo plasma su inmenso disfrute reflejando la vida. Rechaza el suicidio, afirmando que toda cruz tiene una cara, reivindicando el aprendizaje como tabla a la que aferrarse cuando el oleaje nos pone a prueba. Apuesta por la superación como motor de la existencia, en su incansable búsqueda de la luz.
(c) Beatriz Rey, texto; Fotografías de Iratxe Etayo, Antonio Sáenz y Roberto López
