jueves, noviembre 13, 2025
Cine y TV

Bitácora de un marinero sumergido en la fantasía. Capítulo cuarto

Día 4. Mitos

Hoy la climatología se ha vestido de celuloide, y todo a su alrededor se ha convertido en una sala de cine que intenta descifrar el origen de todo. Este marinero está ya un poco agotado, pero aún ilusionado por descubrir los detalles que oculta la fantasía, esta vez en los rollos de película. Por la tarde, después de comer, he decidido navegar hasta la Facultad de Letras de la UPV/EHU en Vitoria-Gasteiz para asistir a la conferencia “Lo fantástico en el cine”, impartida por el televisivo y erudito del séptimo arte Félix Linares, quien, con su mirada sosegada, nos ha recibido con todo el cariño del mundo.

Dentro del extenso catálogo del cine fantástico siempre reconocemos una figura que parece formar parte de nuestro universo imaginativo: los vampiros. Siempre han estado entre nosotros. A veces son personas de carne y hueso; otras, parecen querer chuparnos la energía. Porque, como en todo, hay vampiros reales y vampiros simbólicos. Pensando en el cine, los vampiros son mitos de nuestra cultura. Drácula, de Bram Stoker, es una novela epistolar complicada de leer si no eres lector habitual, pero el planeta entero conoce a este Nosferatu que se cuela en nuestros sueños. Entonces, ¿quién ha hecho que el conde Drácula se convierta en un personaje esencial para conocer el alma humana?

Así es como los vampiros se transforman en protagonistas de nuestra imaginación. En el cine, reconocemos a Drácula en el actor rumano Béla Lugosi, aunque quizá Stoker nunca imaginó a su personaje con ese rostro. Es increíble cómo el cine ha calado en nuestra sociedad y cómo la hemos incorporado a nuestra vida diaria. El ser humano crea sus propios mitos, y esos mitos pueden hacernos compasivos o enfermarnos de egoísmo.

Vivimos rodeados de una fantasía cinematográfica. Por eso somos más visuales que hace doscientos años. En aquel entonces, nadie veía el mundo en blanco y negro, porque el blanco y negro no existía. Esa era la fantasía del siglo XIX: imaginar un mundo sin color. Solo cuando se inventó la imagen en movimiento, el blanco y negro se volvió posible, tangible. Por eso podemos decir que el blanco y negro fue la fantasía del siglo XIX, otra forma de mirar lo irreal. Tenemos la suerte de poder disfrutar hoy de aquellas películas clásicas, como Drácula (1931), dirigida por Tod Browning.

Ahora este marinero va a arriar sus velas hasta mañana, cuando vuelva a despertarse la fantasía de Tartalo, III Semana de lo Fantástico en las Artes de Vitoria-Gasteiz.

Buen descanso.

Jueves 5 de noviembre, 17:30 horas, Aula Magna de la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), charla “Lo fantastico en el cine”, Félix Linares.

(c) Jorge Girbau Bustos, texto, fotografía de portada y grabación de audio


Miércoles 4 de noviembre, 20:30 horas, Cines Florida, Película clásica muda “Nosferatu” con música en directo y coloquio con Félix Linares.

Nosferatu

Una de las actividades estrella de esta tercera edición de Tartalo fue la proyección de la película muda Nosferatu de 1922, con música en directo a cargo del Maestro José Luis Canal y coloquio posterior con el gran Félix Linares. La cita fue en los cines Florida de la ciudad y el evento fue organizado por Orlok Films, una productora audiovisual vitoriana formada por Imanol Ortiz López, Mary Alexandra Fernández y Julio Hidalgo. Orlok Films (que en su logo tiene la silueta de Nosferatu) se dedica a la producción de cine de terror, fantasía o thriller.

Después del visionado de esta película, comenzó el coloquio. No todo el mundo se quedó a escuchar lo que se comentaba, pero los que se quedaron participaron activamente. Una de las primeras cuestiones que se comentó fue la música. Desde luego impactante en cuanto a su calidad de sonido y sincronización con la imagen. Su maestría era tal que parecía que había una orquesta dentro de la sala de los cines Florida, pero no. Solo había una persona: José Luis Canal. Él mismo se encargó de componer la música. Además, la música original de este filme dura cuarenta minutos y él compuso hora y media, es decir, el doble. Esta banda sonora se caracteriza por una falta de gravedad que va muy bien con el espíritu de las imágenes y cada personaje tiene asociado un instrumento, por ejemplo, en las escenas que Ellen hace presencia se escucha el piano; con Knock predomina el clarinete; y con el Conde Orlok se aprecia el violín (instrumento asociado con frecuencia con el diablo) e instrumentos de cuerda con una tonalidad oscura. En una película de terror la música es básica. Gracias a ella se entiende lo que está pasando aunque no estés mirando. No se puede disociar imagen y música, ya que esta aumenta la tensión de la trama, subraya la ilógica del inconsciente y del miedo.

Otro tema por el que se preguntó mucho fue el papel del villano. Felix Linares comentó que en fantasía el villano suele estar humanizado y en el caso de Nosferatu no vemos esa humanización, pero al ser el protagonista es inevitable que guste. Además, recalcó que los malos como en Frankenstein (el monstruo o el doctor) no son malos del todo. El Doctor quiere hacer el bien al crear a su monstruo, pero el asunto no acaba como él espera. La criatura tiene todavía menos culpa, al igual que Nosferatu. Ellos tampoco tienen la culpa de ser como son. No están en el mundo para hacer el mal, pero debido a sus características hacen daño. Lo importante de estos filmes es que plantean una ambigüedad: no hay malos malísimos ni buenos buenísimos y el espectador es quien debe tomar partido.

En las últimas décadas se ha visto como el personaje de Drácula/Nosferatu ha ido evolucionando y en cada filme ha ido teniendo un carácter más profundo. Francis Ford Coppola le dio sentido a la actitud de Drácula: lo hizo más atractivo y le otorgó un carácter romántico. Siempre ha habido cierto erotismo con los vampiros, pero es con el Drácula de Coppola donde vemos una evolución en este sentido. En la película de Nosferatu también hay una seducción hacia Ellen, aunque en este caso ella se entrega voluntariamente a él con el fin de salvar a su pueblo y a su marido. Es un sacrificio que hace en aras de un bien mayor.

Desde luego en una película tan antigua no podían faltar preguntas relacionadas con la técnica y la ejecución. Los planos casi documentales de naturaleza son una sorpresa que contrasta con el aire teatral de la película. Probablemente, el director quería sacar del teatro la película (antes se rodaban en un teatro) y, al insertar planos exteriores, da la sensación de que transcurre fuera de uno. Otra cuestión que chocó mucho es que Nosferatu no pudiera ver la luz del día, pero en cambio vemos escenas de día en toda la película. En aquella época no se podía rodar de noche, por ello, los espectadores tenemos que hacer un salto de fe y creernos que la acción se sitúa cuando se ha ocultado el sol. Uno de los recursos que se utiliza es verbalizar que es de noche para que así los espectadores nos lo creamos. Como bien comentó Felix Linares, los cineastas tienen que solucionar problemas: el vampiro tiene que desaparecer, pues se le hace desaparecer con los medios que se tienen al alcance. 

En definitiva, Nosferatu presenta una historia muy moderna que se ha convertido en iconográfica para otras películas de vampiros. Orlok es todo un símbolo y su influencia ha llegado a día de hoy (incluso en Bob Esponja ha hecho varios cameos). De hecho, esta película muestra la primera vez que un vampiro se evapora ante la luz del sol. Una situación que no se había visto antes y que ha acabado siendo canónica, un poco del estilo a la gorra de Sherlock Holmes. 

Por último, en un festival de lo fantástico no podía faltar una reflexión: ¿por qué triunfa la fantasía? Lo fantástico triunfa cuando las condiciones sociopolíticas son difíciles. Ahora mismo el cine que más éxito está teniendo en las salas es el de género de terror. No es para asustar, pero al menos da que pensar.

(c) Leire Ibáñez de Gauna, texto y fotografías

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