“La demencia de mamá” y Rafael Moriel, en profundidad

!Buenas tardes Rafa¡ Lo primero que he observado es que comenzaste escribiendo relatos, luego poesía y has continuado con la novela. ¿Esto es una bonita evolución in crescendo no?
Sí, primero empecé con el relato, tengo dos libros de relatos : “Accidente en la fábrica de chorizos” y “Relatos para la imaginación”.
Uno de cartas: “Cartas a mi amiga muerta”.
Dos de poemas: “Poemas de amor loco” y “Poemas desde la contemplación”.
La poesía es mi manera de expresar mis sentimientos.
Con los relatos utilizo la fantasía y resuelvo todos los problemas que no puedo resolver en la vida real.
La novela es otro formato, es la aventura de escribir, es ya otro tema.
“La demencia de mamá” es tu octavo libro, tienes una prolífica carrera literaria.
Sí, hasta ahora no he dicho que era escritor, soy una persona bastante humilde. Ahora sí, ya he salido del armario y puedo decir con orgullo que soy escritor.
¿Qué es más importante la información o la imaginación?
La imaginación en el relato. Esta novela no tiene nada de imaginación excepto los personajes y los escenarios, el resto está basada en hechos reales vividos por mi mismo, es una experiencia vital.
¿Te consideras un escritor disciplinado?
Sí, soy disciplinado y la escritura de esta novela ha requerido de mucho trabajo por mi parte. La he escrito a lo largo de tres años y he necesitado dos para su reescritura, que ha sido muy laboriosa.
¿Tienes algunas rutinas para escribir?
No, escribo en mi tiempo libre, pero sí soy muy trabajador.
Aún recuerdo la revista literaria “La Botica” de la que eras miembro fundador y codirector, redactor y maquetador. ¿La recuerdas con tanto cariño y una pizca de añoranza como yo?
Sí, la recuerdo con cariño. Ha sido una de las mejores revistas literarias sin duda alguna, era muy ecuánime, todo el mundo que quería podía participar y tenía su espacio en ella.
Eres un artista muy completo porque además de escribir poesía, relato y novela, también eres músico ya que tocas la guitarra. Eso acompaña muy bien a los recitales y tu organizas recitales literarios. ¿Te gusta tanto tocar la guitarra como escribir?
Sí, me gusta mucho tocar la guitarra, de hecho voy a cumplir uno de mis sueños que es dar recitales en cafés tocando con la guitarra distintos temas previamente elegidos.
También has sido jurado en certámenes literarios ¿Te parece algo complicado o más bien algo entretenido?
Lo recuerdo con cariño. Además, seleccionamos a alguna persona que luego se hizo muy popular.
Pero prestemos atención a tu última publicación. ¿Es muy dramática?
Empieza suave, hablando de una familia normal, pero luego sí se va volviendo dramática porque la enfermedad lo es y acaba con los cuidados paliativos.
¿Por qué decidiste escribir esta novela?
Para sentirme libre y sanar. Necesitaba contarlo.
¿Por qué crees que deberíamos leerla?
Porque es como un manual, trata la enfermedad de principio a fin. Y al final de la novela vienen enlaces interesantes para alguien que esté pasando por la misma situación.
Gracias Rafa, de mi parte y de CulturaBAI, ha sido un placer. ¡Mucha suerte con las ventas de tu novela!



(c) Raquel Castro Zapatero, entrevista y fotos

“La demencia de mamá”, una novela de Rafael Moriel
Reflexión tras la lectura y el encuentro con su autor
Presentada en la Casa de la Cultura Ignacio Aldecoa el pasado 14 de febrero, esta novela ficcionada, basada en hechos reales, aborda las consecuencias de las enfermedades crónicas relacionadas con el deterioro cognitivo. Desvela la angustia frente a tratamientos ineficaces, no adaptados al perfil específico del paciente, el descalabro económico, durante la enfermedad y tras la despedida, los gastos inasumibles para economías modestas, desembolsos que las familias se ven obligadas a compartir. También se tratan otras cuestiones tabúes como la eutanasia, disyuntiva crucial que debería acometerse atendiendo a los deseos del enfermo y a sus circunstancias vitales. Los desencuentros familiares provocados por el dolor de la progresiva pérdida, son perfilados con especial habilidad, definidos a partir de eneagramas, como apunta el escritor, con quien tuve la oportunidad de charlar sobre la novela y la vida.
La novela fue presentada nuevamente el pasado 13 de marzo en la Fundación San Prudencio. Posteriormente, los días 14, 15 y 16 de marzo, el autor regaló la versión de su novela en formato ebook.
Nunca es un buen momento para decirles adiós, la orfandad siempre nos pilla a contrapié. Olvidos, obsesiones y miedos que hacen saltar las alarmas. Imposible negar o huir de una realidad que azota. La vida se rompe en pedazos. Se empieza la transición, se muta, dolorosamente, de protegido a ángel custodio y se recoge el testigo de los cuidados.
El deterioro cognitivo es un tsunami. Un maremoto con efectos devastadores. Tratamientos que no funcionan, idas y venidas, pacientes y familias buscando luz y serenidad para el cuerpo y el alma. Vocaciones desgastadas, sobrepasadas por los ratios, maltratadas por el sistema. Muros de frialdad que no entienden de humanidades particulares, de soledades. Personal extenuado por cifras abrumadoras, por trabajo a contrarreloj, por el no reconocimiento ni el cuidado del trabajo humanitario, deshumanizado por un sistema implacable.
La relación familiar azota con una oleada imparable de egos, angustias y diferencias irreconciliables que desbordan. Cada uno se concentra en su propio dolor, incapaz en ocasiones de ver el del otro, rescatando complejos infantiles por ser el mejor hijo, el más amado, el más implicado, el más necesario, pero quejándose a la par de las supuestas desidias y/o excesos de los otros. Reflotan antiguos rencores, desconfianzas y conflictos no resueltos. Se busca el bien común y la empatía, mientras se cavan zanjas que definen abismos, territorios sesgados que ya no retornarán al continente sólido que quizá nunca fue.
El duelo, iniciado ante la evidencia de la enfermedad, se prolonga en una desazón infinita, en una impotencia desgarradora donde nada es suficiente. Se desarrolla un sistema de alarma donde la tensión es una constante. Se escudriñan cambios, señales, se busca una luz cada vez más irreal, se consume la esperanza. Nos despedimos sin quererlo de ese amor que sabíamos único y auténticamente incondicional, de ese abrazo cálido que nos reconfortaba y apagaba los ruidos, de esa mirada que sabía y asentía sin saber, de esa intuición que iba más allá de todo y te conocía mejor que tú mismo.
Ya nada volverá a ser lo que fue, ni volveremos a ser los que fuimos. En este proceso de aprendizaje los destellos de luz son bálsamo para el alma. Recuperamos la complicidad de la infancia, dentro de los papeles invertidos. Rescatamos la ternura, la paciencia, el valor de los pequeños momentos. Apreciamos los rayos de sol, los paseos, la respiración tranquila, el deleite de saborear, de las miradas que lo dicen todo. En esta despedida infinita, si se invierte el amor y la atención consciente necesaria, también hay paz: la que nos dejan cuando descansan para siempre, la del amor y las palabras necesarias pronunciadas a tiempo, su mejor legado.
El encuentro con Rafael me permite conocer mejor su recorrido y sus motivaciones. Se le iluminan los ojos recordando su etapa profesional como profesor, brillo del que destila una auténtica vocación. Charlamos sobre la etapa de La Botica, publicación cultural referente en los primeros 2000 en Vitoria-Gasteiz, de poesía, de música, de escritura… de todo aquello que nos permite respirar y vibrar de otra manera, de canalizar nuestras pasiones y nuestros miedos, de cuadernos manuscritos, correcciones, dudas y del momento de compartir las historias construidas con el mundo.
La demencia de mamá no es una obra autobiográfica, pero si se inspira en el proceso vivido durante la enfermedad de su madre, paciente de los cuerpos de Lewy, y de cómo fue vivida por su familia. En los personajes de la novela encontramos eneatipos comunes, basados en el método de perfilación de personalidades a partir de eneagramas de los que se sirve el escritor.
Antonio, marido de Edurne, nuestra protagonista, es un hombre de su tiempo, marcado por su formación militar. De carácter rígido e impositivo, se permite una doble moral, que marcará a todos los miembros de la familia. Edurne es un ama de casa y madre de familia entregada, sometida a su marido y a las exigencias de su condición, inflexibles en el momento que le tocó vivir. A su manera, se las ingenia para conseguir pequeñas libertades y un espacio propio, necesidad que Antonio comprenderá en su última etapa juntos. Sus cuatro hijos se adaptan a diferentes estereotipos. Ester repite el rol de su madre, el de cuidadora y mujer en el hogar, papel que defiende, no sin cierto complejo ante la inevitable comparación con el desarrollo profesional de los hermanos, especialmente con Maite, con la que rivaliza de manera unilateral y a la que juzga implacable a la menor oportunidad. Iñaki atraviesa una fuerte crisis personal y profesional y se verá especialmente afectado por la involución de la enfermedad. Finalmente, Koldo, el más equilibrado quizá, trata de adoptar las funciones de árbitro de la rama familiar y de limar asperezas, en su condición de pacificador. Todos ellos conforman una familia como tantas, conmocionada por la enfermedad, tratando de retornar el amor y los cuidados recibidos.
(c) Beatriz Rey, reseña y foto del libro