La gran kedada rural de Kuartango
La Gran Kedada Rural es mucho más que una quedada. Es un lugar de encuentro en el que el visitante se siente acogido y percibe, cuando llega al precioso rincón alavés de Zuhatzu Kuartango, que sus habitantes, su gente, sus instituciones, te reciben con una cálida bienvenida y aportan eso que tanto necesitamos para llevar el día a día: buen rollo.
Porque si algo emana de su balneario reconfigurado, si algo fluye por las limpias aguas del río Bayas, si algo atraviesa el puente de la rotonda, no son otra cosa que sensaciones vibrantes y cálidas que reconfortan al peregrino y lo hacen participar de un largo fin de semana plagado de opciones sin dar tregua al aburrimiento. Tres días llenos de actividades que prometen ser una fuente de TALENTO, CULTURA y TRADICIÓN. Este evento, que se celebra en el corazón de Álava, ofrece un escenario para compartir proyectos, disfrutar de la música, la cultura y el ocio, así como bucear en la innovación y las tradiciones locales. Son unas jornadas, que llegan cada año en octubre, donde se puede participar en talleres, conferencias y exposiciones que incluyen una amplia gama de temas; desde la tecnología y la ciencia hasta las artes y las humanidades. Y todo ello bajo la atenta mirada de la Sierra de Badaya, poderosa e inquietante dama de piedra que nunca deja al romero indiferente.
Este encuentro, como la propia organización explica, no solo busca educar y entretener, sino también fomentar la colaboración y el intercambio de ideas entre los participantes; una oportunidad única para conectar con personas de diferentes ámbitos y descubrir nuevas perspectivas. Pese a que me voy a limitar a reseñar las actividades relacionadas con las letras en las que he tenido la fortuna de participar como invitado, LGKR tiene un programa de aúpa, en el que un Jordi Évole entusiasmado es incapaz de no terciar en el mismo para charlar con Depedro (Jairo Zavala), cuya música, que incorpora influencias de Latinoamérica, África, el Mediterráneo y Estados Unidos, le ha llevado a recorrer los cinco continentes con sus discos.
Pero volviendo a lo nuestro, huyendo de sacralizar un lugar ya mágico de por sí, el ámbito literario es un plato fuerte en esta Gran Kedada y la editorial Uzanza tiene mucha culpa de ello. El café literario, con olor intenso y pastas caseras, nos deparó una mesa feminista en la que Karmele Jaio, Haizea López, Nerea Azkona y María Santórum, moderadas con la simpatía y carisma de Lidia Salido, dieron voz a las mujeres vascas a través de sus inquietudes, explicando lo laborioso de compaginar el cuidado de una familia con el arte de escribir; recordando a los presentes que ser mujer y escritora al mismo tiempo es un hándicap que requiere de esfuerzo y complicidad, y que la pluralidad del lenguaje, del euskera y del castellano, debe ser un punto de unión y no de enfrentamiento. Aprendimos que el duelo interior existe, que el parto marca una exigencia extra y que las ayudas y el apoyo institucional quedan aún muy lejos de estar a la altura.
Por fortuna, no hay café tan largo que colapse el tiempo del vermú. Y este aperitivo previo no podía servirse mejor al llegar de la mano de Vitoria-NeGrasteiz, el Festival Internacional de Novela Negra y Policiaca. Un servidor, director del evento, explicó con cierta complacencia y generoso regodeo el plantel estelar que este año visita Vitoria-Gasteiz y que, primero en Amurrio y ahora en Kuartango, sale de la comodidad de la ciudad para expandirse por los pueblos de Álava. Tras la mirada atenta de Poe, la mascota gatuna festivalera, fue Alberto Gredilla, comisario del evento, quien deleitó a un público entregado exponiendo con sólidos argumentos cómo el CSI televisivo poco tiene que ver con la realidad, y si en algo coincide es por mera casualidad (aunque la realidad sea capaz cada vez con mayor frecuencia de superar a la ficción).
Y después de un tentempié regado con vinos, cerveza, aguas y sin un cadáver a los postres, en el que de fondo sonaban los acordes de El Naán Trio y su concierto-recital poético La desaparición de las luciérnagas, llegamos a la mesa de la tarde, al chill out literario. Allí, en la sala Arkamo, confabulada en esta jornada de alcahueta literaria, Kepa Menéndez, Jorge D. Lisbona y Nerea Azkona, conducidos con habilidad por María Santórum (cuyas cuerdas vocales iban perdiendo escala a medida que avanzaban las horas), reflexionaban sobre el poder de la palabra escrita. Lo hacían con sapiencia, teorizando ante la responsabilidad de los autores y autoras al publicar sus obras, sobre la influencia que pueden provocar en sus lectores y divagando, como debe ser cuando las musas flotan sagaces en rededor, sobre otros temas pendientes para la próxima quedada de 2025.
El día iba apagándose, la luz se escapaba lenta por el paisaje y el río manaba constante, ajeno a las cavilaciones de los presentes. El ocio seguiría después con el acústico de Depedro, el extraño karaoke con Los Niños Jesús, el folk vasco de Demode Quartet y el directo arrebatador de The Allnighters; pero el menda, necesitado de colchón y descanso ante un NeGrasteiz que llama a la puerta, no tenía cuerpo de jota y los años (no excesivos sino suficientes) invitaban a la cauta retirada.
Kuartango quedaba en el retrovisor del coche mecido por un sol huidizo, entre nubes y gotas de lluvia, que ya se escondía en su casa del horizonte, dejando un año más en mi corazón retazos sublimes de excelencia, entrega total, amigable compañía y una organización perfecta, con el sabor rural incomparable de un pueblo en el que hay veces, no muchas ni tampoco pocas, en las que se piensa en ti.
(c) «Txusmi» Sáez, texto y fotos