Desde, con, para Ucrania
Oksana Khoroshykh recibió a CulturaBAI, para mostrarnos su proyecto, esperanzada, consciente de que la base de la reconstrucción de un pueblo es la educación. Queremos saber un poco más de ella, cómo llegó hasta aquí y qué le llevo a crear este espacio en la Casa de Cultura.
Mientras subimos al espacio, en la segunda planta, descubrimos las soberbias y crudas imágenes de la guerra de Ucrania, en la exposición de Diego Herrera, muestra que permanecerá hasta el próximo 30 de noviembre. Junto a las fotografías, los libros como refugio, como rincón acogedor en el que desconectar del horror. La lectura como reconexión con lo que de verdad importa y como impulso para salir adelante. Un lugar abierto a todos y compartido, para una ciudad abierta y multicultural, que no deja de crecer.
Cuéntanos tu trayectoria, Oksana, cómo has llegado hasta aquí.
Llegué a Vitoria-Gasteiz en 2019, tras recibir una oferta de trabajo de nuestra empresa para dirigir el nuevo centro logístico. Suministramos cableado para la empresa Mercedes-Benz.
¿Cómo fue tu primera etapa, te resultó muy difícil adaptarte?
La ciudad es muy cómoda para vivir, especialmente para familias con niños. Vine aquí sin saber el idioma. Desde el principio nos centramos en aprender español, hacer nuevos contactos, amigos, encontrar una escuela para los niños y buscar un club de ajedrez para mi hijo mayor, que juega desde los cinco años. Nos dedicamos a conocer la ciudad, y en general, a adaptarnos al estilo de vida de España. Podíamos viajar, volver a Ucrania en vacaciones… Era una vida llena de alegría y planes de futuro, algo de lo que no eres consciente hasta que lo pierdes.
La idea de crear un espacio en la biblioteca para una comunidad tan arraigada ya en la ciudad es maravillosa, ¿qué te impulsó a llevar a cabo este proyecto?
Cuando decidí vivir en España, lo único que me traje, además de lo estrictamente necesario, fueron los Lego y los libros. Principalmente, libros para mis hijos, para que pudieran leer y desarrollarse como ucranianos aquí. Cuando comenzó la invasión rusa a gran escala, había muchos niños que no sabían español y la necesidad de libros en ucraniano era muy grande, para que pudiesen leer algo en su propio idioma.
Al principio, teníamos una biblioteca en nuestro centro ucraniano, que ha cambiado varias veces de localización; me di cuenta de que era necesario sistematizar y catalogar los libros disponibles. Fue entonces cuando valoré la posibilidad de una red de cooperación para organizar adecuadamente la circulación de los libros. Cuando presentamos el libro Un hogar para Dom, de la escritora ucraniana Victoria Amelina, fallecida durante el ataque aéreo de Kramatorsk, compartí esta idea con Enrique Uriarte, quien la apoyó de inmediato. También acogimos, el pasado 27 de septiembre, la presentación de Estación Ucrania, de Borja Lasheras.
Así fue como surgió el nuevo proyecto de la Biblioteca Ucraniana, que actualmente se está implementando y continúa desarrollándose.
¿Qué criterios sigues para seleccionar los libros?
Los libros que tenemos son donaciones. Muchos de ellos vinieron conmigo desde Ucrania, adquiridos por mí en su momento y muchos han sido cedidos por compañeros y amigos ucranianos. La Universidad Nacional de Kyiv, con la que cooperamos en temas de ayuda humanitaria a Ucrania, también ha contribuido. Mis compañeros de EUTSI-UCRANIA me traen libros cada vez que viajan allí.
¿Cuáles son los géneros y los autores más demandados?
Al principio, la literatura infantil era la más solicitada, al comienzo de la guerra, cuando muchas mujeres llegaban a la ciudad solas con sus hijos. Buscaban algo que les ayudara a paliar la tristeza y los traumas de la guerra, que les hiciese sentirse como en casa. Más tarde, empezaron a preguntar por novela histórica, novela negra y otros géneros, lo que nos llevó a la presentación de obras de interés general, desde la business-literature y cómics infantiles hasta obras de autores ucranianos contemporáneos, como Oksana Zabuzhko, Serhiy Zhadan, Victoria Amelia, Max Kidruk…
¿Habías dirigido antes una biblioteca?
Nunca. Siempre me ha gustado pasar tiempo en las bibliotecas, leer… pero nunca hubiese imaginado esto. Tampoco hablaba español cuando llegué y nunca pensé que lo hablaría. Es decir, si realmente quieres hacer algo, desarrollarlo y buscas la manera de lograrlo, siempre encontrarás cómo hacerlo y personas que te apoyen y compartan tus ideas.
Oksana desborda entusiasmo, intuición y saber hacer, pero, sobre todo, generosidad. Afirma entusiasmada que aún quedan muchas cajas con libros que seleccionar y catalogar, reconoce entre risas lo tedioso, aunque necesario, que es el trabajo de inventariado, a sabiendas de que el esfuerzo siempre se compensa con resultados.
Estación Ucrania, el país que fue
Tuve la oportunidad de asistir a la presentación de Estación Ucrania, de Borja Lasheras, escritor donostiarra. Ha sido articulista para El País, entre otros medios y es experto en relaciones internacionales y asesor político. Ha vivido los conflictos de las últimas décadas, tratando de comprender, de mediar, de explicárselo al mundo. Aplaca los fantasmas de la guerra a través de la música, en su otra vida.
Es un libro necesario, ahora más que nunca, para comprender un conflicto presente, opacado, como tantos, por otros sinsentidos que pronto serán solapados por delirios de más actualidad. Borja nos regala un ensayo novelado, con tintes poéticos, desde la voz de sus protagonistas, en un viaje analógico, a la manera de una época en que observar y reflexionar con calma era un imperativo incuestionable.
Ucrania no fue un amor a primera vista; visitó el país, por primera vez forzado por las circunstancias, cuando su mente seguía atrapada en Bosnia. Nos guía por su historia reciente, en un caleidoscopio de testimonios impagables. Si fuera necesario, hace caer el velo de un comunismo occidental romantizado, que obvia las hambrunas y las bocas amordazadas por un idealismo manipulado y hueco.
Analiza la deriva de un pueblo disputado y zarandeado desde la Segunda Guerra Mundial. Hila con maestría y un hábil dominio de una analepsis medida, los intereses de la guerra que nos estalló en la cara el 24 de febrero de 2022, día en el que muchos amanecimos entre lágrimas, sin saber qué decir a un pueblo que nos toca muy de cerca. El Euromaidán, ocho años antes, no pudo evitar, a día de hoy, un conflicto mal calculado por un autócrata imparable y sostenido por otro sátrapa al que inexplicablemente se le dio alas el pasado cinco de noviembre. Esta dupla grotesca amenaza con destruir, ante la impotencia de no lograr subyugar.
La revolución en Kyiv en febrero de 2014 fue un levantamiento popular a la antigua usanza –del tipo que uno lee en libros de texto sobre el s. XIX-. Vi a tipos con banderas y eslóganes, pero también ancianas ayudando a levantar el pavimento y todo tipo de ciudadanos formando cadenas humanas para pasar las piedras que los jóvenes arrojaban en primera línea.
Andrew Wilson, Ukaine Crisis, 2014.*
Audio de la presentación del libro
(c) Beatriz Rey, textos, entrevista e imágenes; Jorge Girbau Bustos, audio