Sindisciplinar #1: “¿Cuántas fronteras puede soportar un cuerpo?”

La sala ZasKultur acogió el pasado 5 de junio una propuesta multidisciplinar trazada con el fin de aunar diferentes pulsiones, creando así una poesía cruda que reclama la fusión de espacios artísticos como fuerza regeneradora, contra un sistema delirante e insostenible. Ania Otaola mutó en versos de libertad, proyectando su sombra irreverente sobre imágenes de pueblos bienmandados acatando su papel productor, mecida por las notas de Mendizábal y Bitchiashvili, en una ejecución coral envolvente y enmudecedora para el público presente.
Hemos inventado dioses y fronteras para traficar con almas y comprar voluntades. El arte se plantea como solución y desnuda su impotencia: verbaliza, instrumentaliza, recrea, personifica, cuestiona y denuncia, pero no es suficiente. El juego de dados nos lanzó como individuos nacientes a uno y otro lado de las fronteras; el azar caprichoso que nos bendijo o condenó, marcó nuestros destinos más o menos favorablemente. Utilicemos nuestro hado para impugnar los colores de las banderas, reescribamos aforismos, quememos la toga de jueces inclementes que investimos a la menor oportunidad, desde la confortabilidad de nuestro lado consagrado, adalid de la razón.
Duelen los diamantes, el litio y el coltán que se extraen con sangre; el dinero blanqueado con la explotación de los más vulnerables; los úteros mercadeados como moneda de cambio; los espacios delimitados con tiralíneas al libre albedrío de los traficantes del agua y el aire. El poder del arte es delatar esta masacre y paliar el caos gritando basta. Desafiar a los gobiernos, batir barricadas de pintura, lienzos y palabras o lanzar dardos de luz para despertar las conciencias anestesiadas. Mirar hacia otro lado no va a difuminar la carnicería de los que carecen de voz y esperanza.
Se puso voz al espíritu migrante, suplicante de compasión e integración para vidas sesgadas por la debacle, que saltan de un infierno a otro en ataúdes flotantes, aferrados a los bajos de camiones de transporte, perseguidos como alimañas por los elegidos para perpetrar la ley y el orden de los matarifes de las divisas en curso.
Enfoquémonos en plazas llenas que griten no al holocausto, murales que voceen lo que tantas voluntades interesadas en el rédito callan. Infestemos ríos de tinta de disconformidad; despeguemos la vista de las redes en las que nos hemos dejado atrapar, mientras tejen cárceles de consumo irresponsable a bajo coste, pagadas con la salud de hordas de humanos esclavizados cuya suerte cayó en el lado equivocado.
“Que lo inhumano nunca nos sea ajeno”


(c) Beatriz Rey, texto y fotografías; Cartel, Zas Kultur