Herramientas teatrales para la enseñanza de idiomas

El pasado 9 de abril, Sandra López de Maturana presentó en la Casa de la Cultura un libro resultado de un cruce de dos caminos destinados a encontrarse: las artes escénicas y la enseñanza. Para ser un buen profesor es necesario ser un buen actor, un crisol con todas las máscaras posibles, adaptadas a quien las recibe. Es preciso entusiasmar y sorprender para despertar al estudiante. Si dejamos que se cuele el aburrimiento dentro de las aulas, el conocimiento saltará por la ventana.
Sandra es la personificación de esta magia que tanto trabajo invisible (trabajo de preparación de contenidos para las clases, no remunerado, pero sí compensado con creces) lleva detrás. Los valores y las actividades del teatro son herramientas esenciales para la enseñanza, con las que se desarrollan el trabajo en equipo y las habilidades comunicativas. Se trata de hacer de lo esencial algo verosímil e inolvidable. Si recuerdan cómo lo aprendieron, permanecerá. Nuestros recuerdos más nítidos van asociados a imágenes, sonidos, momentos, contextos muy precisos… los adquiridos en nuestra formación no escapan a este proceso.
Enfocar bien las horas lectivas en un contexto comunicativo es fundamental para el docente y el estudiante: crear situaciones de aplicación real en la vida cotidiana, en contextos sociales, profesionales y personales. En palabras de Sandra, “Si generas vivencias desde el aprendizaje, éste queda ineludiblemente sellado”
La motivación es clave para la interiorización de las diferentes competencias. Es crucial crear y compartir métodos y contenidos con los compañeros docentes, teniendo muy claro que somos universos diferentes, desde nuestra individualidad, respecto a la asimilación de la información: cada perfil, en cursos particulareso grupales, exigirá dinámicas diferentes. Es decir, no todo funcionará con todos. Como profesora, lo primero que le pregunto a mi estudiante, en el idioma que toque, es: “¿Qué te gusta?”, para poder acercarme a él desde sus intereses: el cine, la gastronomía, la música o las artes plásticas; la cultura en sí que sostiene una lengua.
Sandra también abordó esta individualidad adaptada al público, con un elemento básico: la importancia dela gestión del tiempo, según el nivel del curso, la duración de la clase y las necesidades del alumnado. Su obra se divide en capítulos claros donde presenta ejercicios adaptados a la competencia requerida, comprensión o expresión, oral o escrita, que pasan desde dinámicas cortas a improvisaciones en los niveles básicos a proyectos creativos en los más altos.
López de Maturana no olvida lo más atractivo, a mi entender, de aprender un nuevo idioma, que no es otra cosa que la riqueza cultural que hay detrás: el humor, la literatura, el teatro… amén de las artes citadas previamente. Las utilizamos como base para la adaptación y la improvisación, tan importantes en la docencia. Si es evidente que algo no funciona, que no es el momento, empatiza con tu receptor, abre tu cajón de recursos y atrapa algo que pueda cautivarlo y ayudarlo a comprender. No te frustres, porque todo lo que has creado servirá en un momento u otro, nada caerá en saco roto.
Finalmente, para cerrar su guía, Sandra no olvida poner el foco en el cuidado del educador, con técnicas de respiración y de vocalización para adaptar el cuerpo al esfuerzo que varias horas consecutivas de clase requieren, para prevenir los pólipos y el desgaste de las cuerdas vocales. Uno de nuestros instrumentos más valiosos, es, sin duda, la voz y debemos mimarla para desarrollar su potencial y que la palabra, en su forma y fondo, dejen un poso en el estudiante y pueda hacer de lo aprendido una herramienta vital.
(c) Beatriz Rey, texto y fotografía