El sueño de la Estrella
Es su primera novela y sorprende desde las primeras líneas, por su cuidada redacción y la agilidad de sus diálogos. De lectura amable, emociona, ilustra y tiene la capacidad de despertar la curiosidad del público al que va dirigido, jóvenes cuya formación académica llega a su fin. Leire consigue fusionar dos universos tan enfrentados como son las ciencias y las letras y conciliarlos, demostrando su necesaria complementariedad. Además, rompe con el cliché de la superficialidad de los intereses de las nuevas generaciones, demostrando que éstos van mucho más allá del mundo de las redes sociales y los contenidos vacíos. Expone un perfil diferente, el de aquellos cuyas inquietudes traspasan la necesidad de la inmediatez, de la visibilidad y la aprobación como constantes gravitacionales.
Estamos ante un relato difícil de clasificar, ya que se trata de mucho más que una historia romántico-juvenil. Estremece en su planteamiento la denuncia social, ante los que deberían ser comportamientos de género caducos, pero aún latentes. Esther, la protagonista de nuestra historia, sufre y acepta una relación abusiva junto a Adrián, un muchacho con un futuro prometedor, aunque absolutamente discapacitado emocionalmente, que mina su frágil autoestima. Ella extiende ese comportamiento dócil con aquellos que la rodean y delega sus decisiones, desde las más prosaicas hasta las más vitales, a un entorno que la infantiliza y abusa de su asertividad, bajo el paraguas de la tan peligrosa y torpe llamada buena voluntad. A pesar de su marcada personalidad, con sus motivaciones y objetivos bien definidos, siempre se ha sentido cuestionada y reorientada, no solo en sus relaciones personales, sino también en el contexto académico, incapaz de valorar su potencial y determinación.
El sueño de la estrella desarrolla un proceso de empoderamiento desencadenado a partir de un accidente, que rompe con esa normalización que Esther había legitimado. Haber llegado al límite la hace consciente de su angustia frente a un presente enfocado a un futuro predetermidado, que parece estar escrito por y para todos, a excepción de ella misma, haciendo saltar todas las alarmas de su trayectoria vital y lanzándose a la búsqueda de una luz propia. Nuestra protagonista es una lectora voraz, de mente analítica, profunda y reflexiva, que traslada sus inclinaciones literarias al crecimiento personal y al autoconocimiento. En esta búsqueda de su vocación, rechaza, en conciencia, el guión de lo práctico y de lo conveniente. El vuelo de búsqueda de su yo auténtico, se aferra a dos potentes pilares. Por un lado, la obra cortazariana, eje de su proyecto de fin de carrera, resuelve muchos de sus dilemas. Por otro, la mano siempre tendida, intuitiva, absolutamente libre y brillante de su confidente, Minerva, completará esta travesía, cerrando el círculo y armonizando los dos mundos. Ya lo sentenció nuestro brillante Jorge Guillén: “Amigos y nada más. El resto, es selva”.
(c) Beatriz Rey, texto; Leire Ibáñez de Gauna, fotografía