Bitácora de un marinero sumergido en la fantasía. Capítulo primero
Como lector de Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, y de El planeta de los simios, de Pierre Boulle, siempre he intentado adentrarme en los orígenes de lo que llamamos fantasía. Claro que, para ello, es preciso encontrarse con reliquias que aún no existen, sumergidas en mundos extraños.
¿Tenemos miedo a lo desconocido?
El ser humano posee sus propios conceptos, aquellos que lo hacen humano a los ojos de otros humanos. Por ejemplo, nadie puede volar; entonces, si nadie puede alzar sus alas, ¿dónde queda la capa de Superman? ¿Cómo podemos verlo si no es por esa capa roja?
Hoy necesitamos nuevos superhéroes, porque la fantasía está cambiando. Y en ese cambio entramos nosotros, esa rara avis que creció viendo La guerra de las galaxias y leyendo las historias de Julio Verne.
Es cierto que el hombre se encuentra en una encrucijada entre Harry Potter y Alicia en el país de las maravillas. Existe una fantasía moderna que convive con la que nos dejó Michael Ende. Pero me pregunto: ¿dónde queda el ser humano en ese dilema?
Estamos sobrecargados de publicidad barata; el mundo se ha vuelto algo básico para comprendernos y relacionarnos.
¿Necesitamos de la fantasía, o la fantasía necesita de nosotros?
No podemos dejarla de lado, pero tampoco ella va a cocinar ni recoger la casa por nosotros.
Hoy he comido de primero Viaje al centro de la Tierra, de segundo La historia interminable y, de postre, Dentro del laberinto.
¿Seremos capaces de comprender que la fantasía puede alimentar el alma?
Empieza mi viaje por la III edición de Tártalo.
Ceremonia de Apertura de Tártalo 2025
(c) Jorge Girbau Bustos, Texto; LuisÁn Ortiz, foto de portada, grabación, edición y montaje de vídeo
