miércoles, abril 16, 2025
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Hilando historias, o por qué el invierno se pasa mejor al abrigo de un filandón

Este viernes, el invierno se había aferrado a la ciudad con uñas y dientes —o con témpanos y carámbanos—, revalidando el sobrenombre de Siberia-Gasteiz que tan bien luce nuestra capital.

Ingenua de mí, al ver los cerezos en flor pocos días antes, había creído que el calor estaría al llegar, justo a tiempo para disfrutar yendo y viniendo a los múltiples encuentros que nos tenía preparados la segunda edición del Festival Internacional de Cuento Literario de Vitoria-Gasteiz… ¡Cualquiera diría que no nací aquí! Una vez más, la primavera solo había asomado el dedo gordo del pie, como quien tantea el agua fría de la piscina, para después echarse atrás con sus días luminosos y sus tardeos de rebequita al hombro y paraguas en mano.

Pero debo confesar que —sin que sirva de precedente—, en este gélido catorce de marzo, me ha parecido apropiado que las narices vuelvan a moquear de frío e, incluso, que nieve un poquito por la mañana. ¿Por qué? Porque el filandón ha llegado a la ciudad de la mano de la Diputación Foral de Álava.

Y es que el frío es un personaje indispensable en esta costumbre ancestral cuyo nombre surgió en las montañas leonesas: allí, cuando la nieve aislaba a los pueblos y no había internet ni televisión, los vecinos se juntaban después de la cena en alguna casa con buena lumbre para contar historias mientras hilaban lino o tallaban madera.

Hoy en día, los asistentes a un filandón ya no hilan ni tallan, aunque siguen enredándose en las palabras de quienes cuentan relatos. ¿No resultaba tentador acudir a un evento literario con las raíces tan profundamente ancladas en la cultura popular y en la narración oral?

Para mí desde luego que sí, de modo que, armada con bufanda, guantes y una fe inquebrantable en el poder de los cuentos, me he dirigido a la Biblioteca Ignacio Aldecoa donde un cartel literario de lujo, compuesto por Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y José María Merino nos ha convocado para su particular filandón posmoderno.

Tres cuentistas deslumbrantes

La casa de cultura estaba hasta los topes y cualquiera podría pensar que había sido el relumbrón de los premios que allí se concentraban lo que había atraído al público hasta la biblioteca. No en vano, como bien ha señalado el escritor Iban Zaldua en la presentación del acto, entre los tres literatos reunían más galardones que un equipo de la Champions League en su vitrina de trofeos: dos miembros de la Real Academia de la Lengua, un Premio Cervantes, dos Premios de las Letras Españolas, dos Premios Nacionales de Narrativa, dos Premios de la Crítica, un Premio Nadal, dos premios Setenil…

Y, sin embargo, no ha sido el brillo de todos esos títulos juntos lo que iba buscando: yo, como toda polilla literaria que se precie, me he visto irremediablemente atraída hacia esa luz narrativa que desprende la obra de los tres autores, cuyos relatos conocía desde jovencita. Porque si hay algo que me gusta en esta vida es leer cuentos… Pero todavía más que me los cuenten. Y, si bien —que me perdonen las hilanderas del filandón— no estoy segura de poder distinguir un tejido de lino de otro de poliéster, sí sé apreciar un buen hilo argumental, como todos los que esta noche han trenzado de forma magistral Díez, Aparicio y Merino para nosotros.

Acompañados por sus voces, hemos asistido a amores y desamores, cazado moscas que contenían en su último aleteo el futuro de la humanidad e, incluso, hemos asistido en primera línea a una merendola extraterrestre, que incluía al presidente estadounidense y a todo su gabinete en el menú. 

La influencia de Aldecoa en la literatura española

Como no podía ser de otra manera, en el centenario del nacimiento de Ignacio Aldecoa, el escritor vitoriano ha estado muy presente. Los tres ponentes han reconocido su influencia en la literatura española, destacando el realismo de su obra que, según Aparicio, trasciende el costumbrismo español. “Ignacio Aldecoa fue una influencia decisiva”, ha rematado Merino.

Estatua de Ignacio Aldecoa frente a la Casa de Cultura

Pies fríos y espíritu en llamas

El calor de un buen cuento —sobre todo si viene envuelto en una voz experta— abriga el espíritu más que una estufa de leña. Por eso nada más llegar a casa y embutir mis pies en sendos calcetines de lana, me he puesto a escribir esta crónica con el corazón chisporroteando de alegría gracias a todas esas historias maravillosas que he disfrutado esta noche. 

Además, influida por estos tres escritores, he tomado la decisión unilateral de llamar al momento del cuento nocturno “filandón doméstico”. Nada me parece tan bonito como recordar cada noche esa costumbre de hilar historias, bien sea arrebujados entre las mantas en un día invernal como hoy, o con la ventana abierta en una noche de verano. Porque ya lo intuían esas hilanderas leonesas: coser y contar… todo es empezar.

Entrevista a la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero

Resumen de la última mesa redonda del Festival Aldecoa, “Fantasías reales, realidades fantásticas”, con Karmele Jaio, Jon Bilbao y María Fernanda Ampuero

(c) Nuria Chicote, texto y fotos; Jorge Girbau Bustos, entrevista; LuisÁn Ortiz, grabación, edición y montaje de vídeos

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