La Casa de las Jaquecas
AL FINAL DE LA TARDE
Al final de la tarde
dime tú ¿qué nos queda?
El zumo del recuerdo
y la sonrisa nueva
de algo que no fue
y hoy se nos entrega.
Al final de la tarde
las rosas siguen lentas
abriéndose y cerrándose
sin caer aún en tierra.
Al final de la tarde
no vale lo que queda
sino el impulso mágico
de la verdad completa.
Este poema de Ernestina Champourcín, vitoriana de nacimiento, con arraigadas raíces francesas, mexicana por culpa del exilio y conocida en todo el mundo gracias a su obra, nos traslada a una época en la que la mujer vivía socialmente relegada. Ella, poeta de la Generación del 27 y una de «Las sinsombrero», nació a ras de calle al inicio del paseo de Fray Francisco, en el hermoso palacio que nosotros conocemos como «La casa de las Jaquecas».
De estilo neobarroco y ecléctico, la edificación mezcla varios conceptos creativos, con aires barrocos y románticos fieles al estilo parisino. El vitoriano Julio Saracíbar diseñó esta vivienda en 1901, siendo él uno de los arquitectos más populares de la época en nuestra ciudad y en Bilbao, principalmente.
Techos altos, amplias estancias, enormes ventanales y blanca fachada ornamentada son las características más destacables de este edificio, cuyo nombre popular se ha extendido hasta hoy por las cuatro columnas que sostienen la balconada de la construcción: dos atlantes y dos cariátides.
Atlantes son las columnas con forma masculina que hacen referencia al mito de Atlas, el titán a quien Zeus condenó a cargar el peso de los cielos sobre sus hombros. Las cariátides, estatuas con forma de mujer, representan a las esclavas de la ciudad griega de Carias, obligadas a llevar las más pesadas cargas sobre sus cabezas, según un relato de Vitruvio. La sociedad vitoriana interpretó que soportar el peso de la balconada debía generar mucho dolor de cabeza; de ahí las jaquecas.
Volvamos a la poesía para darle una vuelta de tuerca a la casualidad (o causalidad) de que Ernestina naciera en esta casa. ¿Quiénes son «Las sinsombrero»? Mujeres valientes que desafiaron el tradicionalismo e irrumpieron en la sociedad intelectual y conservadora de la España de principios del siglo XX, atisbando una pequeña luz al final de un túnel que se derrumbó por culpa de la Guerra Civil, demoliendo también muchos sueños y esperanza.
A principios de los años 20 hombres y mujeres cubrían sus cabezas cuando salían a la calle, siendo el sombrero un complemento incuestionable en la indumentaria de todas las personas. Un precioso día de 1920, Maruja Mallo y Margarita Manso, acompañadas por Federico García Lorca y Salvador Dalí, se quitaron los sombreros y pasearon con orgullo sus cabezas descubiertas por la conocidísima Puerta del Sol. Este inocente gesto fue un acto de rebeldía absoluta que obtuvo como respuesta insultos y pedradas, ya que destapar la cabeza liberaba las ideas e inquietudes que el sombrero mantenía (metafóricamente) retenidas.
Ernestina de Champourcín, a pesar de nacer en una cuna de oro, se sumó a este grupo y vivió la represión como mujer y como poeta. Su voz fue silenciada, motivo más que suficiente para padecer fuertes jaquecas.
Quiero sugerirte algo: AL FINAL DE LA TARDE da un paseo y déjate seducir por la belleza de unas columnas que sostienen mucho más que el peso de un balcón.
(c) Vanesa de la Puente, texto y fotos