lunes, diciembre 15, 2025
Fotografía

Sindisciplinar, Aranceles #2. Sala Zas Kultur, 4 de diciembre de 2025

Una nueva cita sin disciplinar se abrió dando paso a una grieta luminosa con la propuesta Aranceles II, estallando como un haz de luz y relegando a los límites en el rincón de lo discutible. Este espacio vanguardista habilitó la posibilidad de crear sin concesión a los cánones.

El violín de Bigen Mendizabal se alzó haciendo de sus cuerdas nuevas rutas de exploración. Su arco trazaba una insólita cartografía en la que nadie pedía papeles. En ese momento preciso nos meció el theremin de Nika Bitchiashvili, con una vibración que dibujaba las líneas de un nuevo horizonte, haciendo hablar a los silencios, sugiriendo pasos nocturnos hacia un lugar mágico en el que la música se rendía ante las palabras, juntos en un territorio que nadie había dibujado antes. Acompañados de una respiración acompasada y colectiva, se atrevieron a decir que nacer en el lugar equivocado no puede ser sino un impulso para abordar el desafío.

Ania Otaola entretejió sus versos con los de Gloria Alzandúa, a quien hizo presente con su voz, susurrando en un latido unísono que Vivir en la frontera te hace inquieta, que impera cruzar al otro lado del miedo. En este tránsito llegamos a la búsqueda de lo posible: donde me niegan paso, enciendo la luz. Ambas rapsodas acariciaron los destellos, con esa poesía que desborda ignorando los muros, desgarrando e implorando coherencia vital, colores que difuminan los grises, que arropan al hambre, al frío y a la sinrazón creados por aranceles que dinamitan la sostenibilidad de la justicia.

Los visuales de ISdeO abrían portales, hacían desfilar rostros que borraban las líneas de los mapas imaginarios concebidos por déspotas. Cruces de miradas que reclamaban su espacio y ensalzaban la memoria como acto de resistencia, mientras Mikel Sánchez hacía cómplice a su videocámara registrando esa comunión que se hacía camino, testigo de otras vidas con las que resonar. El abrazo se hizo inmenso. Sindisciplinar como verbo, acto en la palabra y la música, visibiliza heridas abiertas que también son puentes. El mundo se ensanchó en aquella sala, en un acto consciente de insumisión luminosa, sabiéndose frontera, pero también apertura.

En el eco, la certeza: lo que vivimos allí no pidió permiso, solo vuelo. El viento devolvió las notas y las palabras, hizo himno de las voces ahogadas, creó un nuevo género, el de la esperanza que no se amilana ante el terror, que muerta aún resiste, aúlla y es presencia materializada en los versos de Otaola:

Yo ocupo un país pequeño en el mundo
al lado del gran continente
que tu espalda abarca.
No me quejo,
pero tampoco me callo.
Sólo aprecio
lo asimétrico,
me confirman
unos hombros
despejados. Y yo me lanzo.
Y en silencio
tumbados,
defendemos
lo frágil,
deshacemos
                                         lo injusto. 

(c) Beatriz Rey, texto; Samai Collado, fotografías

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *