miércoles, diciembre 11, 2024
Humanidades

«Durante la luna de las hojas que caen», María Jesús Silva

El pasado 18 de octubre, Liburutopia acogió la presentación de esta novela, de la mano de Ángela Serna, acompañando a la poeta que decidió encarar una vez más el duelo y el dolor, prosado en esta ocasión.

Noviembre es un mes de duelo, un mes que rompe, que te enfrenta al espejo del paso del tiempo y de lo inevitable. Un mes en el que afrontas el presente, arropado en la cobija que has tejido con tus recuerdos y con la que te resguardas del frío de un futuro que aterra. Un mañana en el que asumes que ese lugar seguro que siempre te inspiró, comienza a despedirse y se aferra a tu mano, desorientado, buscando el camino en unos espacios que siente que ya no le pertenecen, de un ciclo vital que se esfuma. Poesía que habla de orfandad. 

La despedida comienza cuando la realidad de la enfermedad te azota y ellos dejan de ser. Es ahí, en el inicio de esa caída de hojas, cuando te encaras con la realidad imparable de una partida cruda, lenta y dolorosa. La Ceremonia de los adioses en la que magistralmente nos inició en su tiempo Simone de Beauvoir. Durante la luna de las hojas que caen es poesía de despedida, un viaje iniciático de pérdida, a través de los colores de las emociones, que toca nuestros cinco sentidos. Un diálogo con nuestra conciencia, un espejo de lo que ya no volverá a ser, un corte tajante del cordón umbilical en el que pasamos a ser guías de los que siempre fueron luz. 

Este viaje es una toma de conciencia de esa enfermedad que arrastra y pone patas arriba nuestro mundo. Noviembre nos acerca implacable al invierno, a la soledad de dejar de ser cuidados, a la negación infantil inicial que nos tienta hacia la huida, a apartar la mirada de la imagen de ese espejo cuyo reflejo ya no nos reconforta.

En esta travesía de reconstrucción, de reaprendizaje, cruzamos el espejo, desafiamos a ese toro inconmovible que es el miedo, ese miedo azul y frío con el que María Jesús describe la fase de asunción del mismo, como parte necesaria del proceso. Derrocamos al desgaste, sometemos a la tristeza y reanudamos nuestro destino, mutando un lugar seguro que ya nunca será, tomando conciencia de una metamorfosis inatajable.

(c) Beatriz Rey, texto y foto

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