Sí le, sí, le, sí le… ¡No le!
Diciembre es mes de reencuentros y de recuerdos, así que voy a retroceder al pasado para hurgar en mis domingos de niña de diez años, cuando iba con ama y aita al centro de la ciudad con una preciosa cajita de metal en la mano y un planazo por delante: intercambio de cromos.

Ágoras griegas, foros romanos, zocos árabes… Todas las épocas y culturas tienen un lugar característico en el que se reúnen las personas que habitan en sus pueblos y ciudades para socializar. Aquí esa función la cumplen las Plazas Mayores. ¿Hablamos de la nuestra? Plaza Nueva, Plaza de la Constitución, Plaza de la República, Plaza de Alfonso XIII, Plaza de España… Independientemente de cómo la hayamos llamado en cada momento de la historia, esta preciosa plaza neoclásica es uno de los lugares más representativos de nuestra ciudad.

Vitoria-Gasteiz nació con forma de almendra en lo alto de una colina, pero el crecimiento demográfico nos hizo expandirnos hacia lo que ahora conocemos como El Ensanche, lugar donde se encuentra la plaza protagonista de este artículo. Partir de un cerro hacia la llanada supone solventar la obvia diferencia de cotas existente, algo complicado si queremos cuidar tanto la estética como la funcionalidad. El maestro Olaguibel ideó una efectiva y hermosa solución arquitectónica que hoy en día sigue siendo uno de los lugares más bellos y emblemáticos de nuestra ciudad: Los Arquillos. Resuelto el mayor desnivel, el arquitecto encajó con gracia y acierto otro elemento que, a pesar de parecer similar a otros existentes, es único y especial por dos características: su forma y su función de contención.
Nuestra Plaza Nueva se construyó en 1791 a escasos pasos de la Plaza de la Virgen Blanca y es la única del país que tiene los cuatro lados iguales; es decir, se trata de un cuadrado perfecto: sus lados miden sesenta y un metros y son paralelos dos a dos. También hace de muro de contención para salvar el desnivel existente entre las actuales calles Mateo Moraza y Postas, integrado con sutileza la nueva ciudad con la ya existente, algo que se puede comprobar con facilidad paseando por la parte externa del cuadrado y observando la altura de sus fachadas.

El frontón triangular de su fachada principal preside el conjunto sosteniendo el escudo de la ciudad y dándonos la hora. Los arcos de medio punto engalanan, simulando a los más bellos claustros medievales, los soportales que nos protegen de las inclemencias de nuestro clima, y las pilastras clásicas sujetan y custodian con ligera robustez la totalidad del conjunto, donde los blancos miradores nos recuerdan, sin miedo a equivocarnos, que estamos en Vitoria-Gasteiz.


Hoy en día el espacio central es diáfano, con una bancada de piedra que separa la zona de paseo perimetral con la de encuentro, pero no siempre ha sido así. Al principio, un pequeño escenario con una farola en el medio marcaba el epicentro del cuadrado y, más adelante, un quiosco similar al que hoy destaca en el parque de La Florida fue actor principal en este escenario.

El recibimiento a José Bonaparte tras ser nombrado Rey de España en 1808, la caída de un avión nazi tras colisionar con la plaza por volar demasiado bajo durante la Guerra Civil Española, la primera bajada de Celedón en 1957… Hay muchos acontecimientos que convierten a este espacio digno de nuestro reconocimiento y memoria, pero nada de eso es comparable para una niña de diez años con las mañanas en las que el leísmo que tanto nos caracteriza copaba la plaza al son de «Sí le, sí le, sí le… ¡No le!».
Mi colección favorita fue la de Los Osos Amorosos. Aún puedo recordar la canción. «Los osos amorosos cariño te darán, los osos amorosos no te fallarán. Diversión y amistad los osos te traerán. Ese amor haz brillar y crea un arcoíris sin final. Los osos amorosos, bienvenidos a MuchoMimo». ¿No es maravilloso lo que nuestro cerebro custodia después de tanto tiempo?

La Arquitectura es mucho más de lo que vemos con los ojos, porque la Arquitectura nos emociona, nos evoca recuerdos, nos inspira y nos eriza la piel.
Esta plaza siempre será para mí una preciosa cajita de metal llena de ilusiones.
(c) Vanesa de la Puente, texto y fotografias
