miércoles, enero 29, 2025
Humanidades

Esencia de hierro: el lado oeste del Nervión

A Ibón Martín (Donostia, 1976) se nota que le embrujan los parajes furtivos, la naturaleza recóndita y los paisajes con jácaras encubiertas. Acaso sus primeros escritos, cuando inició su andadura con la literatura de viajes, le marcaron profundamente, al dedicar varios años a recorrer los derroteros de Euskadi. Acabó periodismo y emprendió un proyecto propio, en el que recopiló más de trescientas rutas, reunidas en diversas guías. Ahora, años después, tras haber publicado ocho libros de género negro y policiaco, al cual se aficionó, según nos confiesa, leyendo a los escritores nórdicos (especialmente a Stieg Larsson), regresa a la Casa de la Cultura Ignacio Aldecoa para hacernos partícipes de su última novela, “Alma negra” (Plaza & Janes Editores, 2025), la cuarta de la saga de la inspectora Cestero y su Unidad de Homicidios de Impacto.

Un divertido y cercano Álvaro Arbina, arquitecto y escritor (principalmente de novela histórica), hace de maestro de ceremonias y mantiene con Ibón una charla distendida en una sala repleta de gente, como en sus mejores tiempos, que nos da motivos para alegrarnos y pensar que el conocimiento sigue interesando en Vitoria y que los lectores del género (más abundantes las mujeres, por cierto) acuden ávidos, pese al frío invernal, al encuentro con sus escritores favoritos. “Alma negra” completa y pone punto final, según nos explica el propio Ibón, a la tetralogía comenzada con “La danza de los tulipanes”, continuada con “La hora de las gaviotas” y “El ladrón de rostros”.

La historia surge cuando se descubre el cadáver de Teresa Echegaray, designada por su familia para dirigir la explotación minera cerrada durante tanto tiempo. El anuncio de la reapertura desata el temor entre los habitantes de la cuenca, temerosos de las leyendas olvidadas que despiertan de su letargo, provocando la explosión del resentimiento acumulado durante largos años, que prende una vez más, como brasas bajo las cenizas, amenazando con consumirlo todo a su paso. Todo ello sin olvidarnos de la vida de Julia y Ane, las auténticas protagonistas de la saga, que tendrán que enfrentarse a sus miedos e inseguridades para resolver el arduo rompecabezas que les espera.

La acción se sitúa en ambos lados del Nervión, principalmente en La Arboleda, cuna del sindicalismo, un terreno donde la margen izquierda toma todo el protagonismo, revelada ante las decisiones de la margen derecha. Un lugar inhóspito en el que el entorno es un personaje más; un thriller atmosférico que nos traslada a las encartaciones y a su paisaje minero; a los Montes de Hierro y a su férrea explotación que un día el alquimista bilbaíno decidió transformar, como por arte de magia, en el titanio necesario para construir el Guggenheim, rompiendo tradiciones y hechizando al mundo desde una capital que olvidaba su pasado minero.

Este paisaje, en otro tiempo dominado por una intensa actividad productora, resuena ahora con ecos de su glorioso pasado. Multitud de vestigios atestiguan la preeminencia de la minería alzándose en la zona, como queriendo perpetuarse en el tempo: viviendas, oficinas, hospitales, hornos de calcinación, líneas ferroviarias y las propias minas donde hombres y mujeres trabajaron con tesón y especial dureza, dejando años de vida como penitencia por cada kilo de ferrita arrancada de las entrañas de la tierra, que esta se negaba a cederles gratis. Pero la leyenda de “Alma negra” aún hoy traquetea, como aquellas vagonetas mineras, blandiendo desasosiego y escepticismo por entre los Montes de Hierro.

(c) “Txusmi” Sáez, texto y fotografia

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