sábado, mayo 24, 2025
Humanidades

Sustentando el suspense

Fotografía de portada: “Txusmi” Sáez y Olia Zargona.

Dentro de los actos programados por Kulturagurain con motivo del Día del libro 2025, tuve el privilegio de entrevistar a Jesus María “Txusmi” Sáez, acompañados por un entusiasmado público. La sala Manu Yanque, dentro del Ayuntamiento de Agurain, acogió el encuentro, con unos ventanales que regalan unas panorámicas soberbias de la montaña alavesa y, aquella tarde en concreto, una deliciosa luz de primavera en la atardecida. Debo agradecer de antemano a Victoria Gastón, secretaria de la Asociación de Escritores de Euskadi y a Josu Pérez de Villareal, técnico de cultura del citado ayuntamiento, así como a la propia AEE, la organización e invitación a los actos.

Nuestro escritor afirma que lo que le seduce ante todo es el thriller, no solo porque es lo que más disfruta como lector, sino por la experiencia del aprendizaje y del ingente trabajo de documentación que hay detrás del mismo, donde invierte gran parte del tiempo del proceso de creación de la novela, con informantes de primera mano. En su última aventura, “El valor de la dama”, contó como siempre con miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para las tramas de investigación. En el desarrollo de las jugadas del ajedrez en sí, colaboró con la que pasaría a ser una más de los personajes del relato, María Rodrigo Yanguas, ajedrecista y psicóloga, profesional de este deporte.

Para Sáez este género, en el que se desenvuelve como una bala en la recámara, implica la posibilidad de dar rienda suelta a los impulsos más primarios, por encima del bien y del mal, algo que la vida cotidiana, amén de la ley, nos tiene vetado. No nos niega que llega un punto en el que sus potentísimos personajes mueven los hilos de la trama y marcan la intriga, con derroteros en los que nada ni nadie es lo que parece.

Sus novelas están protagonizadas por mujeres de fuerte carácter, a uno y a otro lado del crimen, rompedoras de cánones y de todo lo que los clichés del sistema esperan de ellas. Deciden quién, dónde, cuándo, cómo y por qué y trabajan impulsadas un inquebrantable sentido de la justicia, probidad ajustada a la particularidad de cada una de sus conciencias.

Es maestro en personajes díscolos, seductores, brillantes. Nos atraen tremendamente porque humanizan a la persona que nos gustaría ser, pero no se nos permite. Son nuestras alas y nuestra justicia poética, la grandeza y la miseria, el héroe y el villano. Tremendamente hábil en la creación de estos perfiles, consigue que nos fascine la libertad con la que se mueven, según las palabras de Sáez, “sin permiso ni perdón”.

Me provocan muchísima curiosidad las estrategias que sigue para mantener la intriga y, como hemos titulado este encuentro, “sustentar el suspense”. Nos habla de dosificación de la información, confundir con aparentes pistas, red herrings en terminología literaria, para sorprender más tarde sin ser injusto y concluir los capítulos con cliffhangers, en momentos de alta tensión que nos impidan apagar la luz y cerrar el libro. Dota a los protagonistas de un halo de misterio y ambigüedad, que lleva al lector a preguntarse qué esconden y qué es aquello que saben, pero no quieren contar. La multiplicidad de las tramas, el ritmo y la estructura, alimentando la incertidumbre e incluso la ansiedad, con un acertado lenguaje sensorial y emocional, desencadena miedo y escalofríos, hasta el punto de hacernos sentir la lluvia y el frío que late en la historia, con la tensión siempre in crescendo y un final inesperado.

El escritor adereza esa angustia con componentes no gratuitos, como escenas de sexo que permiten entrever la vulnerabilidad y así transformar los vínculos de nuestros héroes y heroínas. La violencia debe aportar matices y derivas a la trama, y el humor oportuno y bien llevado resta dramatismo en momentos clave, con mesura y con un propósito narrativo. Parte del suspense sustentado reside en el fascinante trabajo de servicios secretos, espías infiltrados y agentes durmientes, cuando la realidad rebasa ampliamente cualquier ficción posible. Las novelas de Sáez son universos corales con personajes recurrentes que, afortunadamente, siempre regresan, como Maialen Guevara, con quien nos reencontraremos en su próximo proyecto novelesco, el incipiente “Los ritos del Dolmen”. 

Abordamos el tema de la autoedición, recurso que nos permite disfrutar de relatos de calidad, salvoconducto para grandes plumas que no desean lidiar con el a veces tan cuestionado mundo editorial. Autopublicarse exige la selección de un nutrido y bien coordinado equipo: lectores cero, correctores orto tipográficos, modelos, fotógrafos, diseñadores de portadas, maquetadores… El lector merece respeto, calidad y profesionalidad y para lograrlo, la media de la inversión económica del autor de “El valor de la dama” es de unos mil euros por novela.

Para concluir nuestro encuentro, algo que a todos nos encanta: sacar anécdotas del cajón. Tirando del hilo, la modelo elegida para la segunda entrega de “La vida de Masha” “Kazajistán”, que aparece en la portada resultó ser Miss Sebastopol, finalista de Miss Rusia, Miss Ejército de Tierra, soldado paracaidista en la reserva… En “Pandora”, los ertzainas de la fotografía son patrulleros reales, en “Poniente”, aparecen dos policías nacionales auténticos, de ambos lados del país, unidos por Photoshop. A modo de guinda para el disfrute que ha supuesto esta charla, un final con sorpresa, como en sus intrigas. Sáez nos presenta a Olia Zargona, protagonista de la portada de “El Valor de la Dama”. La modelo compartió cómo fue la experiencia de una intensa sesión fotográfica de casi dos horas, cuyo resultado es, en mi opinión, la más portada más bella de las novelas del autor, que aúna la delicadeza del cuerpo inerte sobre el tablero, los contrastes cromáticos e incluso un gazapo intencionado inducido para provocar a los ajedrecistas más avezados. Historias dentro de historias.

(c) Beatriz Rey, texto y fotografía

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