jueves, noviembre 21, 2024
Humanidades

XVI Mercado de Trueque de Libros

En una nueva edición, el Iradier Arena ha acogido este sábado 19 y domingo 20 de octubre el XVI Mercado de Trueque de Libros, gracias a la Red de Bibliotecas Municipales, con motivo del Día de las Bibliotecas (24 de octubre). No se me ocurre un plan mejor para el fin de semana que un intercambio de historias. Historias por leer, por descubrir, por sentir. Nuevas historias a cambio de las que yo ya he disfrutado. Historias que esperan con paciencia a que les den una nueva oportunidad, porque exactamente de eso trata el Mercado de Trueque de Libros.

Preparo, no sin algo de pena, a los cinco elegidos que voy a sacrificar para reemplazarlos por lo que espero que sean narraciones apasionantes. Pero no soy la única; voy acompañada. Así que, tras hacer un sinfín de malabares con una mochila y dos bolsas de tela, consigo meter veinte libros en el maletero de mi coche.

Llegamos al Iradier Arena cargados hasta arriba de libros y de ilusión, porque no hay nada que haga más ilusión a un lector que una historia por empezar. Una vez en el interior, nos encontramos con una multitud de personas deambulando por mesas abarrotadas de libros. Solo veo libros. Gente con libros en las manos, contra el pecho, bajo el brazo, en bolsas de tela como las mías. Allá donde mire, solo veo libros, historias y aventuras por descubrir. No puedo evitarlo, una sonrisa se dibuja en mi rostro.

El funcionamiento del trueque es sencillo. Cada persona puede llevar un máximo de cinco libros para intercambiar, y estos deben cumplir ciertos requisitos. Los trueques solo se pueden realizar con ediciones posteriores al 2000, y los libros no deben estar rotos, escritos o subrayados. Tampoco se admiten libros de texto, universitarios, revistas o enciclopedias.

Nos dirigimos a uno de los dos puntos de recogida y entregamos los libros a cambio de tarjetas. Por cada libro entregado, consigo una tarjeta de un color específico que posteriormente podré canjear en la mesa con globos del mismo color. Así que, una vez liberada del gran peso que había cargado hasta allí, nos dividimos por el recinto con nuestras tarjetas de colores y la felicidad de saber que estás a punto de encontrar un tesoro.

Distribuidos en cuatro mesas de diferentes categorías, decenas de libros son expuestos ante lectores que se amontonan, buscando con ojos ávidos las que serán sus siguientes aventuras en las que embarcar. Son dos las mesas más abarrotadas: la infantil y la mesa de ediciones del 2010 al 2024. Es prácticamente imposible acceder a los libros, así que, armándonos de paciencia, esperamos tranquilamente hasta poder hacernos un hueco. La mesa de ediciones del 2000 al 2009 no se queda atrás, pero la diferencia es notoria, no cuesta mucho acceder a ella. Pero la más pequeña y menos frecuentada, sin duda, es la mesa de temas, en la que se puede ver a un puñado de personas ojeando cómodamente los libros sin ningún tipo de agobio.

Después de esperar un buen rato, consigo llegar ante las decenas de libros que están expuestos de manera ordenada. Un montón de títulos conocidos y no tan conocidos me atraen sin compasión, y comprendo por qué la gente no se mueve del sitio: demasiados libros, no sé por dónde empezar. Me zambullo en las sinopsis de los libros más cercanos y voy devorando con la mirada las portadas que llaman mi atención. De vez en cuando, se acercan mis hijas para enseñarme sus nuevas adquisiciones; ellas están más entusiasmadas que yo, y pienso, orgullosa, que no lo estoy haciendo mal del todo.

El tiempo vuela en un ambiente amable y distendido, amenizado por la banda de música Virginia de la Casa Trío y diferentes talleres infantiles, en los que los niños pintan y realizan actividades relacionadas con la literatura mientras la gente va dando nuevas oportunidades a las muchas historias que esperan pacientes a ser leídas.

Veo un bosque de manos que van cogiendo libros a cambio de tarjetas. Los chicos responsables de las mesas, a su vez, reponen los huecos libres que van quedando, como si completaran un puzzle y los libros fuesen las fichas. Es imposible marcharse de allí, es imposible decidirse, me quiero llevar todos. Me fijo en que detrás de las mesas hay decenas de cajas de cartón llenas de más libros a los que me encantaría echar un vistazo. Y es que, además de los libros que hemos traído la ciudadanía, la propia Red de Bibliotecas ha aportado más de 5.000 libros para la ocasión, con el fin de dotar de mayor diversidad a la oferta.

El tiempo parece pararse cuando estás entre libros, así que, después de lo que a mí me ha parecido un pequeño lapso de tiempo, he hecho mi elección. Doy una vuelta por todas las mesas para asegurarme de que he elegido bien, con mis cinco nuevas historias apoyadas en mi pecho. Pero es imposible estar seguro, el escaparate de libros va cambiando continuamente. Miro el reloj y me doy cuenta de que llevamos horas dentro; ha llegado el momento de juntarnos de nuevo. Decidimos compartir nuestras adquisiciones en una de las mesas que hay a disposición de los usuarios, con la dulce voz de Virginia de fondo. No puedo estar más a gusto; tan solo me falta un café para que la tertulia sea perfecta.

Tras ver las nuevas lecturas que han adquirido mis hijas y sus manualidades, nos vamos más que satisfechos, con ganas de hincar el diente a los que ahora son nuestros libros. Me da pena irme, sabiendo que quedan cientos de historias que se quedan sin la oportunidad de ser escogidas, pero habrá que esperar al año que viene. Porque pienso volver a este mercado en el que los amantes de los libros disfrutamos como niños. Porque el Mercado del Trueque no es solo un intercambio de libros: es un fin de semana dedicado a la literatura y al fomento de la lectura, amenizado por talleres, música y cuentacuentos. El plan ideal de fin de semana para renovar nuestra biblioteca y sumergirnos entre libros e historias.

Salimos de allí pletóricos, hablando de lo que hemos dejado, hemos cogido o hemos estado a punto de coger. Y nos volvemos al coche, igual de cargados, con mi mochila y mis dos bolsas de tela repletas, eso sí, de veinte historias nuevas por leer.

Galería de fotos

(c) Tania Lagunilla, texto y fotos

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