La mirada del alfarero
Febrero tiene fama de ser uno de los meses más tristes del año: hace frío, tenemos poca luz, las vacaciones (pasadas y futuras) quedan lejos… Así que vamos a animarnos un poco, leyendo y tomando un café con vistas a uno de los sitios más bonitos de nuestra ciudad: el parque de la Florida.

Con gran influencia de los jardines románticos franceses, Vitoria-Gasteiz luce desde 1820 algo más de tres hectáreas dignas de ser escenario de preciosos cuentos de hadas, duendes y seres mitológicos, o la ambientación perfecta para novelas y películas románticas, de esas que nos acompañan los fines de semana bajo el calor de la mantita del sofá.
Los arquitectos que diseñaron este parque acondicionaron el espacio de los terrenos del antiguo convento de Santa Clara para crear un lugar mágico que destacara en el centro de la ciudad. Dibujaron caminos sinuosos, puentes, riachuelos, colinas y cascadas, todo ello abrazado por muchísima vegetación. Imagino sus risas al ver plasmadas sus locas ideas sobre el papel, pero soy incapaz de visualizar sus sonrisas de satisfacción al ver su «locura» hecha realidad, porque pasear por este parque es como sumergirse en la ilustración de un cuento que toma vida por arte de magia.

La obra de los maestros artesanos que trabajaron en la construcción del parque es tan loable como la de las mentes que lo inventaron. Los troncos y las rocas son de cemento, pero parecen reales. El laberíntico trazado de sus caminos parece haberse adaptado al curso de los riachuelos tal y como la Naturaleza lo hace en su estado puro, siendo este el trampantojo más hermoso en tres dimensiones con el que nos podemos fundir. La vida botánica que reside en este emblemático lugar, sin embargo, sí es real, además de abundante, variada y llena de color: sauces, arbustos, chopos, aves, castaños, flores, musgo… Son más de cuarenta especies las que componen esta familia vegetal cuya ruta botánica os aconsejo realizar con calma, disfrutando de los distintos ejemplares y de las explicaciones que los acompañan.


La historia de este parque está repleta de leyendas, casi todas ellas relacionadas con la música y el amor, porque si hay un elemento que destaca entre todo lo demás es el blanco y precioso quiosco de música, de 1890, custodiado por las esculturas de los reyes godos y rodeado por la pista de baile al aire libre más popular de nuestra ciudad. Este quiosco es el encargado de mecer las flores con sus nanas y de alegrarlas con pasodobles, fandangos, cumbias y todo lo que la cultura musical desee compartir con el público desde su escenario.

Entre la magia del lugar, la sinuosidad de sus caminos y la música proveniente del quiosco, es fácil deducir que se crea el entorno perfecto para que nazca el amor. ¿Cuántas vitorianas, vitorianos y turistas habrán paseado su enamoramiento por este lugar? ¿Cuántos secretos en forma de beso estarán aquí custodiados? El conocidísimo Árbol del Amor de este parque murió en 1930 con ciertas discrepancias en cuanto a los motivos de su desaparición. Una versión dice que cayó vencido por la tirantez del acero de un cable que sujetaron a su tronco, que a su vez estabilizaba una grúa utilizada durante la construcción de la catedral nueva. Otra versión asegura que fue abatido por otro árbol más fuerte que lo desgajó al precipitarse contra él. Sea como fuere, las buenas lenguas coinciden en que dar siete vueltas alrededor de su tronco era el remedio infalible para luchar contra la soledad no deseada; es decir, para encontrar pareja.
En 2020, coincidiendo con la celebración del 200 aniversario del parque de La Florida, el Árbol del Amor fue reconocido con honores y en su lugar de origen se plantó un ejemplar mucho más joven del que aún no se ha comprobado su poder celestino. ¿Qué opinarán San Antonio y Cupido sobre esta posible competencia?
En Navidad, época amorosa por excelencia, el parque recibe un aluvión de visitas para deleitarse con las más de doscientas figuras que componen su maravilloso Belén Monumental. Madera, escayola, resina y fibra de vidrio son los materiales con los que manos artistas han modelado durante años personajes, animales y edificios a escala real para decorar nuestras almas con su belleza. Inaugurado un gélido 24 de diciembre de 1962, el Belén de la Florida ha ido ganando habitantes, fama y temperatura (aquel día los termómetros marcaron -18º). ¿Una curiosidad? El buey y la mula, las piezas más antiguas, fueron cortadas por la mitad para adaptarlas al espacio de la gruta actual. ¿Un ejemplo de transformación? La bella lavandera, cuyo rostro irradia luz, fue antes la Virgen María. ¿Mi figura favorita? El alfarero, porque la expresión de su mirada refleja la pasión de quien está enamorado de lo que tiene delante de sus ojos.

En febrero, mes del Amor por excelencia, las ramas desnudas de los árboles permiten que los escasos rayos de sol que consiguen atravesar las nubes creen un ambiente digno de las mejores obras pictóricas: ideal para pasear, para enamorarse, para admirar las esculturas que adornan diferentes rincones del parque y, cómo no, para dar siete vueltas alrededor del jovencísimo Árbol del Amor antes de tomar un café con la inestimable compañía de un libro, de una amiga, de la soledad elegida o de lo que más te apetezca. Solo te pido una cosa: hagas lo que hagas, mira lo que tienes delante de tus ojos como lo hace el alfarero.
(c) Vanesa de la Puente, texto y fotos