¡Yo quiero tocar el cielo!
La expresión «tocar el cielo» sugiere lograr la plenitud y el éxito, es decir, un estado de confort y felicidad plenos e inalcanzables.
El cielo es la esfera que rodea la Tierra. El cielo es la bóveda donde se encuentran los astros. El cielo es azul, diáfano e infinito. Eso es, al menos, lo que parece desde aquí abajo. Nos fascina, pero no lo podemos tocar. ¿Qué es y qué hay en el cielo? Estas cuestiones han dado pie a numerosas y diferentes teorías a lo largo de la existencia humana. ¿Por qué? Porque tocar el cielo es imposible, y lo imposible nos atrae, nos inquieta, nos eriza la piel… Hoy en día, gracias a los avances de la Ciencia, sabemos muchas cosas sobre el cielo, pero las incógnitas existentes alrededor de este concepto siguen siendo fuente de inspiración, también en Arquitectura.
Echemos la vista atrás hasta principios del siglo XX. Vistámonos con faldas de corte de sirena, bastante menos pesadas que las del siglo anterior, y quitémonos el corsé para dejar respirar a nuestros cuerpos y mentes. ¿Ya hemos retrocedido en el tiempo? ¡Perfecto! Nuestra ciudad se expande hacia lo que conocemos como El Ensanche y rebosa vida por todas partes: teatros, comercios, cafés… Muy a nuestro pesar, las clases sociales siguen estando bastante diferenciadas. Vamos a dar un paseo por la zona, hasta llegar a la esquina entre las calles Manuel Iradier y San Antonio. Levantamos la mirada y observamos sin prisa, porque en este edificio hay mucha tela que cortar. Estamos ante la casa-palacio Pando-Argüelles: bonitas ventanas, un blanco mirador semicircular que destaca en el entorno, balconcitos con balaustradas de forja hacia ambas calles, otros balaustres de piedra, guirnaldas pétreas decorativas festejando permanentemente la vida, frontones sobre las ventanas y, ¡sorpresa!, arriba del todo, sobre un pequeño torreón rojizo que hace la función de peana, vemos una hermosa cúpula azul decorada con estrellas naranjas.
Obra y diseño del arquitecto vitoriano Julián Apraiz, la cúpula de la casa Pando-Argüelles es de estilo modernista, pero convive en armonía con elementos clásicos en su fachada, otorgando al edificio un toque especial, único, distinguido y distinguible, digno de la familia de su primer propietario: el por entonces diputado alavés por Laguardia en el congreso, don Casimiro Pando-Argüelles.
Sabemos qué y cómo es una cúpula, pero… ¿qué simboliza? La cúpula conecta lo terrenal con lo celestial, ejerciendo de intermediaria entre el hombre y la divinidad. Esta bella solución arquitectónica es una manera de conseguir que el edificio y, consecuentemente, sus habitantes, toquen el cielo. Muchas cúpulas se adornan en su interior con motivos celestes, ofreciendo un trocito de cosmos privado a los privilegiados moradores de dichas viviendas. En nuestro caso, la decoración exterior intenta fundirse con el espacio etéreo recreando un cielo estrellado. Las fotos que acompañan a estas letras confirman que Apraiz consiguió su objetivo.
Un dato curioso que demuestra que la arquitectura es testigo activo de la historia: durante la Guerra Civil, esta cúpula fue desmontada para situar en la cubierta del edificio ametralladoras para defendernos de los ataques aéreos. Bastantes años después, tras su restauración, este trocito de cielo fue devuelto a su lugar de origen, representando la calma que sigue a la tormenta. A mí, desde luego, me relaja mucho pararme un ratito para observarla. ¡Me encanta mi ciudad!
¿Quieres tocar el cielo con Pando-Argüelles?
Os dejo el enlace a la web de LA CAJA GRIS por si os apetece ver más fotos de Pando-Argüelles. Os aseguro que os van a encantar: https://lacajagris.com/proyectos/pando-arguelles/
(c) Vanesa de la Puente, texto; LA CAJA GRIS, fotos