miércoles, diciembre 3, 2025
Humanidades

Cómo el Club del Tercer Miércoles me salva la vida cada mes

Sin ninguna duda, las veinte guerreras y guerreros que conforman el Club del Tercer Miércoles son quienes le otorgan su carácter particular. La más joven tiene veintipocos y la mayor, setenta y alguno. La diversidad de opiniones, vivencias y puntos de vista está asegurada en cada sesión.

Todas ellas están empeñadas en batirse en duelo con los mecanismos de la inteligencia artificial y, por ello, deciden voluntariamente, cada mes, leer desde la primera mayúscula hasta el punto final una obra de ficción —contemporánea o no, reeditada o no, novedosa o no— siempre con un matiz oscuro, que remueva, que pueda considerarse negra por su trasfondo, su estructura o porque, a través de la trama o de sus personajes, afloren temas incómodos, sociales, culturales, difíciles y, sobre todo, no resueltos. Temas que inevitablemente les obligan a adoptar una postura particular y a protagonizar una buena discusión posterior que casi siempre excede los límites literarios para adentrarse en terrenos filosóficos y de cuestionamiento de la civilización.

Muchas de las personas que participan en el Club del Tercer Miércoles repiten desde hace casi dos años, y algunas se han unido hace poco.

Hay quienes se documentan exhaustivamente sobre cada autor o autora a la que se enfrentan cada mes; incluso algunos echan un vistazo a su fotografía de solapa para intuir si, de primeras, la historia les caerá bien o no.

Otras, más aventureras, se lanzan de cabeza a la lectura sin tener en cuenta quién narra ni por qué, y generalmente suelen sorprenderse de haberse visto abducidas por una ficción de la que ni siquiera habían oído hablar. Suelen compartir cómo les ha hecho sentir la historia más allá de su gusto por el argumento o de su alineamiento —o no— con el propósito del autor o autora.

En ocasiones resulta difícil sorprender con historias transgresoras a lectoras diletantes que, lejos de decepcionarse con la novela propuesta para el mes siguiente —que por supuesto ya conocen y leyeron en cuanto se publicó—, se autoimponen el objetivo de sacarle una nueva perspectiva a la trama y aparecen el día del club con cara de “sé algo que vosotros ni sospecháis”.

Hay quienes defenestran las fajas que envuelven los libros, quienes las guardan bien dobladitas en la contracubierta sin pensar siquiera en desprenderse de ellas, o quienes leen con las páginas en ángulo de cuarenta y cinco grados para no dejar marcas. Algunos hacen resúmenes y esquemas en libretas compradas para la ocasión, mientras que otras subrayan frases que les hacen pensar; muchas señalan pasajes enteros con etiquetas y algunas escriben anotaciones en la propia cubierta.

Lo que realmente tienen en común todas las personas que disfrutan del Club del Tercer Miércoles son sus valores y su personalidad. Son quienes dotan de identidad al grupo y quienes elevan la razón de ser de esta pequeña librería de barrio.

Su compromiso, la responsabilidad con la lectura y con el grupo, su sincero sentido crítico, esas grandes dosis de humor, las ganas de participar, la sensibilidad que transmiten sin reparos, el respeto con el que se relacionan, la diversidad que fomentan, su amor por el aprendizaje, por compartir y por sentir emociones…

No es necesario extenderse demasiado para recordar que cualquier club de lectura fomenta la constancia, la curiosidad, la escucha activa de diferentes puntos de vista, enriquece el pensamiento propio y favorece la comprensión lectora. Promueve el intercambio de ideas, la socialización, crea comunidad y ayuda a desarrollar habilidades comunicativas, de escucha y de argumentación.

También me entusiasma formar parte de este club por todo ello. No es algo menor.

Sin embargo, lo que prefiero destacar del Club del Tercer Miércoles es que no se trata de un simple grupo de lectores que se reúnen una vez al mes para comentar un libro en buena compañía, sino que es el grupo de personas, con sus individualidades y sus intereses compartidos, que de manera altruista me regala una y otra vez todos y cada uno de sus valores humanos y consigue hacerme mejor persona. Son quienes provocan que yo también adquiera el compromiso, un mes más, de encontrar una lectura interesante; de tener en cuenta sus gustos; de intentar sacarlos de su zona de confort literario; de tratar de sorprenderlos; de querer escuchar sus opiniones sobre historias o autores que no dejaría criticar a cualquiera. Son quienes me recuerdan por qué me encanta leer, debatir, encontrar sentido a sentimientos propios y ajenos; quienes me enseñan a valorar géneros diferentes o a acoger de nuevo a autoras que una vez me decepcionaron… y me convencen de darles otra oportunidad.

El Club del Tercer Miércoles consigue que mi trabajo se transforme en algo apasionante, que lo viva con las mismas chiribitas en los ojos que cuando descubrí el primer libro que me hizo reír a carcajadas; que quiera hacerlo un poco mejor cada vez; que resulte una verdadera satisfacción compartir, con generosidad y modestia, mis conocimientos —o la falta de ellos—, y recuperar, cada vez, las ganas de sorprenderme y disfrutar del negro sobre blanco.

¡Feliz semana, leyentes!

(c) Silvia Mansilla, texto; Fotografía de portada, librería Caso45

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