Solstizium

El bosque, la niebla. Faltan horas de luz, el sol no tiene fuerza.
La casa, el caserío. Los que se han ido pero están.
El hogar, el fuego. Un tronco crepitando desde Nochebuena hasta el día de Reyes.
La lluvia, el agua. La esperanza de que todo se limpie y llegue la buena cosecha.
El distanciamiento progresivo del rey sol llega a su zenit con el solsticio de invierno, momento en el que sus rayos inciden de la manera más oblicua posible sobre nuestro hemisferio norte, alcanzando a iluminarnos a duras penas y generando el día más corto y la noche más larga del año. Este mágico hecho marca el comienzo del nuevo ciclo en el que los días se irán haciendo cada vez más largos. Nuestros ancestros, curiosos en esta observación astronómica y ansiosos por entender su significado, marcaron el inicio de lo que ahora llamamos tradiciones: durante este solsticio el fuego tenía una importancia sagrada, quizá queriendo aupar esos escasos rayos de sol; era un episodio propicio para hablar con los espíritus de los que seguían perteneciendo a las casas familiares; el agua era un elemento purificador del pasado y esencial para lo que habría de llegar…
Alrededor de esta idea, el estudio bilbaíno Gheada, a petición de la Fundación BBK, creó un espacio dinámico de exposición, del cual hemos podido disfrutar entre el 17 de Diciembre y el 19 de Enero en la sala BBK de exposiciones de la Gran Vía bilbaína: una experiencia familiar que recreaba la tradición vasca en el solsticio de invierno.
La visita, amablemente guiada tanto en euskera como en castellano, comenzó con que cada persona cogiera un talismán que habría de llevar hasta el final del recorrido. Tras atravesar un bosque donde la niebla y los sonidos eran protagonistas, llegábamos a la gran sala donde un enorme árbol en el centro se iluminaba al susurrar mensajes a nuestros seres queridos, los que ya no están o están por venir. Animales brillantes, un pozo de los deseos , música e imágenes oníricas nos acompañaban. La siguiente parada era sentarse en el hogar donde un tronco se iluminaba al compartir nuestras historias. Llegaba el momento de depositar nuestro amuleto en la laguna pensando en un deseo para el nuevo año. Al hacerlo, algo se movía en el agua: diferentes personajes de la mitología vasca aparecían reflejados en ella. A la salida, cada visitante tomaba una pieza del gran Sol de manera que éste se iba transformando sutilmente de semana en semana con cada uno de nosotros: visitantes y partícipes a la vez, salíamos con la esperanza de que nuestros deseos se cumplieran en este nuevo año. Que así sea.




(c) María Brodal, texto y fotos