sábado, febrero 15, 2025
Humanidades

EuskalNoir bajo vigilancia

Parece muy difícil escribir con la expectativa de gustar a cada persona, todo el tiempo, con cada historia; cada vez. Puede resultar igualmente complicado destacar, como lectora, un autor o autora favorita que sea infalible, interesante, emocionante y deslumbrante; cada vez.

En un momento en que la novela negra ha extendido sus tentáculos hasta rozar o incluso fagocitar otros géneros, de tal manera que las distintas etiquetas y adjetivos que acompañan ahora al que Hammer o Chandler inauguraron hace varias décadas no parecen suficientes para describir una historia irreverente, poco normativa, tal vez violenta, casi siempre descriptiva de una sociedad imperfecta y con unos protagonistas que gustan de jugar con su memoria y sus consecuencias (léase novela policiaca, e incluso policiaca histórica, suspense romántico, thriller fantástico, cozy crime, suspense mitológico, thriller político, y muchos etcéteras), tenemos la buena ventura de contar con personas arrojadas y a pocos kilómetros de nuestras casas que se mantienen empecinadas en sorprendernos con sus pensamientos, ideas y, sobre todo, con su manera de concatenar palabras de una manera tal y con una estructura cual, que se han convertido en su seña de identidad en esto del thriller, el suspense o… el últimamente proclamado euskalnoir.

Sin ánimo de aburrir con un compendio exhaustivo, – tampoco me siento tan tenaz-, ni de dejarme en el tintero a ilustres escribientes de proximidad, considero interesante subrayar la impronta que en un momento dado nos han dejado algunos de ellos (y ellas), de manera que podamos identificar sus firmas con facilidad, elegir y reelegir sus propuestas y hacer fila para conseguir su autógrafo. O no.

No me olvido de pertinaces de kilómetro cero que están empezando y que tal vez, si les damos una oportunidad como leyentes, nos saluden en breve desde editoriales de renombre: Juan Carlos, Alberto, Victoria, Vanesa, otro Alberto, Chuchi, Jesús, Leire, Kepa o Amaia, Lorena, Ibón… ¡tantos futuros autores favoritos! ¡Os leemos de cerca!

Una autora que ha venido explorando casi todos los géneros en su lengua materna, con múltiples reconocimientos y la traducción de sus obras a mil y otros idiomas, recientemente nos ha sorprendido con una historia dura, directa, negrísima, que al mismo tiempo huye de los esquemas tradicionales de las novelas de policías o de asesinos en serie. 

Con Las madres no (Amez ez dute), la vitoriana Katixa Agirre nos propuso a finales de año una novela inusual, tanto en ella como en el género, en la que confluyen la crónica y el ensayo manteniendo las raíces del thriller. Si ya te gustaba su pluma, te entusiasmará esta historia. Prometo que te revolverá mientras la lees y varios días más.

El fenómeno que Fernando Aramburu provocó dentro y fuera de los lindes con su Patria, allá por 2016, supuso un punto y seguido a la manera de plantear temas difíciles de abordar y que, hasta el momento, – no podía ser de otra manera -, se exteriorizaban desde las páginas del género más oscuro de la ficción, e incluso desde una perspectiva de culto.

Los y las lectoras de novela negra estaban predispuestas a encontrarse y aceptar tramas crueles, enrevesadas, giros inesperados, palabras malsonantes o actos ilícitos entre las líneas de autores extranjeros de apellidos habitualmente impronunciables. 

Aramburu supo revolver y apaciguar a partes iguales sin salirse de su estilo narrativo previo, casi siempre oscuro y complejo sin ser negro del todo, y al mismo tiempo evitando generar expectativas de continuidad para sus siguientes novelas, en las que ha ido alternando historias válidas para el género que nos ocupa con otras más costumbristas, de narrativa social o histórica, true crime e incluso de corte periodístico.

Algo similar, desde otro crisol, ocurrió con Álvaro Arbina y su novela basada en lo acontecido en Bidasoa en 1936: Los años del silencio.

El autor vitoriano supo hilar unos hechos reales de los más crudos e impactantes, con una ficción ligera y envolvente que conquistó a propios y hasta ese momento ajenos al género, que hoy por hoy reconocen su pluma entre miles y esperan con avidez su nueva propuesta.

Tampoco parece que esta novela le supusiera una limitación en estilo o estructura a pesar de que venía de Los solitarios. Una trama de suspense psicológico rompedora, publicada tres años antes, en la que unía a una pareja de protagonistas de lo más peculiar tras los pasos de un asesino tan despiadado como inventado.

Si eres más de enredo histórico te gustará la primera, si ya adorabas a Patricia Highsmith, bucearás en la segunda en apnea lectora hasta el final.

Puedes leer literatura policiaca en euskera firmada por Itxaro Borda, en la que destaca su detective atípica, solitaria, rural y de lo más voluble, Amaia Ezpeldoi. Las aventuras de este personaje irreverente incluso para el propio género orbitan habitualmente entorno a conflictos socioeconómicos y culturales del país vasco francés, – tan propio en novela negra eso de señalar conflictos y construir tramas y capas sobre ellos, por cierto… – aunque en Jalgi hadi plazara la desplaza a Bilbao sin miramientos. 

Sin olvidarme, – he avisado, no te ofendas, no se ofendan -, de grandes autores de euskalnoir con hordas de seguidores y de insuperables y prolíficas imaginadoras de bestsellers con nuevas novelas recién publicadas, además, quiero levantar la mano por Patxi Irurzun, que venía de ofrecernos la tercera entrega de las peripecias del cantante de Los Tampones, aquel famoso grupo de Punk-Rock Vasco cuyas letras servían perfectamente como premisa de cualquier thriller ochentero, y que en marzo del año pasado nos sorprendió con una historia negra y contemporánea como las que verás en cualquier telediario; no faltan en ella su toque de autor particular ni múltiples momentos de ironía agridulce.

En La mentira es la que manda aborda la indefensión del ciudadano ante los tentáculos del poder o las relaciones familiares cuando nos convertimos a la vez en padres de nuestros padres y de nuestros hijos. Se da, no pongamos los ojos en blanco. Irurzun es otro claro ejemplo de la evolución de la novela negra en cuanto a estructura y enfoque, sin perder los orígenes en lo que atañe al fondo, a la trama, a la idea central. Aquí encontrarás revoltijo social, corrupción y varios antihéroes. Como en la vida misma.

Recordándome a Ilaria Tuti, la donostiarra Arantza Portabales, con ascendencia gallega y haciendo buen uso de ella, además de escribir y traducir desde su lengua madre desde microrrelatos hasta novelas por entregas, nos ofrece un par de series policiacas en las que los inspectores Abad y Barroso llevan el peso de la narrativa.

En enero ha lanzado (22.01.25) su Asesinato en la casa rosa, que lleva como apellido Los crímenes de Loeiro. Para amantes de las series con protagonista sin solución de continuidad, que evolucionan o se defenestran según avancen las tramas… ¡Leed a la Sra. Portabales!

Merece también un seguimiento de cerca, el bilbaíno Gonzalo Garrido. Baluarte del mundo de la comunicación, se decidió un día a explorar el mundo de los crímenes y los misterios en el País Vasco. Es una de esas personas que se animan y persisten a la hora de escribir novela negra (entre otras cosas).Las flores de Baudelaire fue su primera obra de intriga y directamente quedó finalista en la Semana Negra de Gijón de 2013. 

Después de fugarse momentáneamente por otros derroteros, su La capital del mundo con su detective de bajos fondos fueron catalogados como una de las mejores novelas negras publicadas en 2016. Para decantadores de sabores muy locales.

Levanto la última mano por Garazi Albizua, quien ha pasado previamente por la literatura infantil e incluso el cómic, en el que las historias negras – hasta ahora principalmente americanas o asiáticas – empiezan a verles los codos a las obras de artistas más cercanos y de mucho nivel. Eso es así. Y eso también merece considerarse euskalnoir y contar con nuestro reconocimiento.

Con Termita, Garazi nos propone una narrativa rebelde y hasta gamberra, grosera e inesperada. ¿No son esos algunos mimbres tradicionales del género? ¿El cuestionamiento de las convenciones sociales, o familiares; las dejaciones políticas, laborales o afectivas? Parece que sí.

Un ejemplo más de novela negra, no policiaca, de estructura novedosa, de autora contemporánea y autóctona que seguramente se convertirá en una nueva favorita.

Con lo difícil que tiene que ser llegar a favorita. Con cada historia. Cada vez.

(c) Silvia Mansilla, texto: Fotografía, fuente internet

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